Hablaba hace poco con un amigo sobre las recetas mar y montaña. "¿Sabes? Yo he vivido en Alicante y en Mallorca y allí no se estilan, al menos no las llaman así, es un concepto muy catalán". Me decía que, para los valencianos, un arroz que mezcle carne y marisco no es una paella (aunque a los japoneses les apasiona. Y empezamos a enumerar otros platos mar i muntanya que nos apasionan.
"A mí me encanta cocinar albóndigas con sepia y guisantes", decía (a ver si un día me invita...). El pollo con cigalas es otro imprescindible. "Y en mi casa son un clásico los calamares rellenos", añadí. "¿Sabías que, antiguamente, cocinar calamares rellenos era una prueba que les hacían a las futuras nueras? Le llamaban la prueba del abuelo. Si la joven en cuestión (la novia) sabía hacer calamares rellenos sin romperlos y sin que se les saliera el relleno durante la cocción, era aceptada en la familia como miembro de pleno derecho". Jajaaa, qué crueles... Porque limpiar calamares y hacerlos rellenos no es precisamente una tarea para principiantes...
Pero la historia más bonita que conozco sobre los calamares rellenos es la leyenda del calamar encantado. Cuentan que, en los tiempos en que los barcos aún se guiaban por las estrellas, existió en Galicia un pequeño pueblo pesquero escondido entre acantilados. Sus gentes vivían del mar y creían en monstruos marinos. La princesa Alodia, la hija del rey de los pescadores, no era de las típicas princesas que se pasan el día peinándose y suspirando por un príncipe azul, no... A Alodia le gustaba cocinar. Decía que los calderos podían conjurar tanto como los hechizos.
Un invierno, empezaron a desaparecer barcos de pescadores. Salían a faenar y nunca más volvían a tierra. Decían que un calamar gigante los engullía en cuanto se adentraban en alta mar. Los marineros tenían miedo, y dejaron de salir a pescar. Y las gentes del pueblo pasaban hambre. Alodia decidió plantarle cara al calamar gigante y, sin que nadie la viera, una mañana cogió una barca y fue en busca del monstruo.
"No temas, princesa. No soy ninguna bestia, soy un príncipe condenado por una bruja, que estaba celosa de mi amor por el mar. Ayúdame a romper el hechizo: solo podré volver a ser humano si alguien cocina mi carne con respeto, mezclando lo que da la tierra y lo que da el mar". Alodia cortó uno de los enormes tentáculos del calamar y volvió a tierra. Lo cortó en trozos y los rellenó con carne picada, pan rallado, piñones, ajo y un chorrito de vino. Luego, los cosió y los cocinó a fuego lento en una salsa de cebolla, laurel y almendras. Y cuando probó el primer bocado de aquella maravilla... el hechizo se rompió y el príncipe recobró su forma humana y pudo volver a tierra.
Desde entonces, dicen que cuando alguien cocina calamares rellenos con amor, el mar sonríe y ofrece una buena pesca a los marineros.
Muchas gracias por estar al otro lado de la pantalla.
El viernes que viene, más.
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