Una receta que nació del aprovechamiento
La historia de la proia está muy unida a las panaderías tradicionales del pueblo. Nació como una forma de aprovechar la masa sobrante del pan que se preparaba cada día. A esa masa base se le añadían manteca y azúcar, y se horneaba para darle un nuevo uso. Con el tiempo, la receta evolucionó hasta convertirse en un dulce con identidad propia, que hoy se prepara desde cero, con ingredientes seleccionados y mucho mimo.
El toque distintivo de la proia está en la mezcla de harina, manteca, levadura, azúcar y un ingrediente que le da todo el carácter: el anís. Esa combinación se amasa hasta conseguir una textura suave, y luego se hornea con una generosa capa de azúcar por encima. A veces también se le añade un toque de canela. Pero lo más curioso llega al final: una vez cocida, se rocía con anís líquido y se vuelve a meter al horno, lo que le da su sabor tan particular y esa superficie ligeramente caramelizada.
Por qué no ha salido de Pontedeume
A diferencia de otros dulces gallegos que han traspasado fronteras como la tarta de Santiago, la proia sigue siendo un tesoro casi exclusivo de Pontedeume. ¿La razón? En parte, su complejidad, pero también el hecho de que su popularidad siempre ha estado ligada al consumo local. No se encuentra fácilmente fuera de la zona, lo que hace que quienes la prueban por primera vez queden sorprendidos por un sabor que no esperaban.
El protagonismo del anís y la manteca de vaca cocida le dan un aroma inconfundible y muy gallego. Puede que no sea tan conocida como otros dulces, pero la proia tiene algo especial, ya que conecta con la memoria, con las manos que la amasan desde hace generaciones, con las panaderías de barrio y con las meriendas de infancia de quienes crecieron en esta zona.
Una joya escondida que merece más reconocimiento
Puede que la proia de Pontedeume no sea fácil de encontrar fuera de Galicia, pero es, sin duda, una de esas recetas que merece la pena conocer y conservar. No solo por su sabor, sino también por lo que representa: la unión entre tradición y sabor.
Si te animas a prepararla en casa o a probarla en una visita a Pontedeume, te darás cuenta de por qué este pan dulce, aunque humilde en sus orígenes, ha logrado ganarse un lugar en el corazón de quienes lo conocen. Y quizás, poco a poco, deje de ser un secreto guardado solo entre las calles de este pueblo costero gallego.