Proia de Pontedeume: el pan dulce gallego tradicional que desconocen en el resto de España (y es un tesoro dulce)

Un postre esponjoso, con aroma a anís y siglos de historia, que se mantiene como un tesoro oculto en la repostería gallega

blanca mas de xaxas
Blanca Mas de Xaxas

Redactora especializada en gastronomía

Proia de Pontedeume
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60 min

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Temporada:

Todo el año

Tipo Plato:

Postres

Precio:

€ €

Dificultad:

media

Hay dulces tradicionales que, aunque deliciosos y con siglos de historia, siguen siendo grandes desconocidos fuera de su tierra. Y eso es precisamente lo que ocurre con la proia de Pontedeume, un pan dulce gallego que sorprende por su sabor, su textura y su forma de elaboración. Si te apasiona preparar en casa panes con un toque dulce y especial, te encantará descubrir esta receta tan única. De hecho, también puedes probar otras opciones como el pan dulce de aceite, naranja y anís, la receta tradicional de pan de brioche dulce, la trenza esponjosa de pan de leche o el panquemao valenciano. Todas son perfectas para quienes disfrutan de los sabores caseros de siempre.

Pero hoy viajamos a Pontedeume, una pequeña localidad de la costa norte de A Coruña, para descubrir una joya gastronómica que pocos conocen fuera de la comarca. La proia es un pan dulce elaborado con ingredientes sencillos, pero con un proceso tan específico que no es fácil de replicar sin conocer bien la técnica. Aun así, su historia, su sabor y el cariño que lleva detrás hacen que merezca la pena intentarlo.

Ingredientes paraProia de Pontedeume: el pan dulce gallego tradicional que desconocen en el resto de España (y es un tesoro dulce)

  • 225 gramos de harina de trigo de fuerza
  • 225 gramos de harina de trigo común
  • 70 gramos de azúcar
  • 3 gramos de sal
  • 1 huevo
  • 50 mililitros de anís
  • 225 mililitros de agua
  • 15 gramos de levadura fresca
  • 125 gramos de manteca de vaca cocida a temperatura ambiente
  • Para decorar
  • 30 gramos de azúcar
  • 10 mililitros de anís

1. Mezcla los ingredientes

En un bol grande, añade las dos harinas (de fuerza y común), el azúcar y la sal. Haz un hueco en el centro y añade el huevo batido, el anís y el agua templada con la levadura disuelta. Mezcla desde el centro hacia fuera hasta formar una masa.

2. Amasa la masa base

Trabaja la masa durante varios minutos, a mano o con robot de cocina, hasta que tenga una textura lisa y uniforme. Al principio estará un poco pegajosa, pero con el amasado irá ganando cuerpo.

3. Incorpora la manteca de vaca

Añade 80 gramos de manteca de vaca cocida a temperatura ambiente y sigue amasando hasta integrarla por completo. La masa debe quedar suave y sin restos visibles de grasa.

4. Deja reposar

Tapa el bol con un paño limpio y deja reposar la masa en un lugar cálido durante unas 2 horas, hasta que doble su tamaño.

5. Prepara el molde

Precalienta el horno a 200 ºC con calor arriba y abajo. Forra un molde rectangular con papel vegetal y extiende la masa sobre él procurando que tenga el mismo grosor por toda la superficie.

6. Decora con azúcar y mateca

Espolvorea 30 gramos de azúcar por encima y reparte los 45 gramos restantes de manteca en trocitos sobre la masa. Así quedará más jugosa tras el horneado.

7. Hornea y desmolda

Introduce el molde en el horno y baja la temperatura a 190 ºC. Hornea durante 35-40 minutos. Al sacarla, riega la proia con 10 mililitros de anís y deja que se enfríe completamente sobre una rejilla antes de servir.

Una receta que nació del aprovechamiento

La historia de la proia está muy unida a las panaderías tradicionales del pueblo. Nació como una forma de aprovechar la masa sobrante del pan que se preparaba cada día. A esa masa base se le añadían manteca y azúcar, y se horneaba para darle un nuevo uso. Con el tiempo, la receta evolucionó hasta convertirse en un dulce con identidad propia, que hoy se prepara desde cero, con ingredientes seleccionados y mucho mimo.

El toque distintivo de la proia está en la mezcla de harina, manteca, levadura, azúcar y un ingrediente que le da todo el carácter: el anís. Esa combinación se amasa hasta conseguir una textura suave, y luego se hornea con una generosa capa de azúcar por encima. A veces también se le añade un toque de canela. Pero lo más curioso llega al final: una vez cocida, se rocía con anís líquido y se vuelve a meter al horno, lo que le da su sabor tan particular y esa superficie ligeramente caramelizada.

Por qué no ha salido de Pontedeume

A diferencia de otros dulces gallegos que han traspasado fronteras como la tarta de Santiago, la proia sigue siendo un tesoro casi exclusivo de Pontedeume. ¿La razón? En parte, su complejidad, pero también el hecho de que su popularidad siempre ha estado ligada al consumo local. No se encuentra fácilmente fuera de la zona, lo que hace que quienes la prueban por primera vez queden sorprendidos por un sabor que no esperaban.

El protagonismo del anís y la manteca de vaca cocida le dan un aroma inconfundible y muy gallego. Puede que no sea tan conocida como otros dulces, pero la proia tiene algo especial, ya que conecta con la memoria, con las manos que la amasan desde hace generaciones, con las panaderías de barrio y con las meriendas de infancia de quienes crecieron en esta zona.

Una joya escondida que merece más reconocimiento

Puede que la proia de Pontedeume no sea fácil de encontrar fuera de Galicia, pero es, sin duda, una de esas recetas que merece la pena conocer y conservar. No solo por su sabor, sino también por lo que representa: la unión entre tradición y sabor.

Si te animas a prepararla en casa o a probarla en una visita a Pontedeume, te darás cuenta de por qué este pan dulce, aunque humilde en sus orígenes, ha logrado ganarse un lugar en el corazón de quienes lo conocen. Y quizás, poco a poco, deje de ser un secreto guardado solo entre las calles de este pueblo costero gallego.

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