Alberto Chicote desvela el error que cometemos con la sal en nuestros platos: "No se controla con la mano, se controla con la altura"

El mediático chef nos da su truco para nunca pasarse con la sal.

victor fernandez cocina facil
Víctor Fernández

Redactor y cocinero

Alberto Chicote
@albertochicote

Salamos con el corazón, sí, pero también con poca cabeza. ¿Cuántas veces hemos echado sal “a ojo” y nos ha salido el plato directamente incomible? Alberto Chicote, siempre con esa mezcla suya de pasión y contundencia, ha lanzado un aviso a navegantes: la clave para no pasarse con la sal está en cómo la echamos, no en cuánto creemos estar echando. Y el truco no puede ser más fácil de aplicar. No se trata de usar cucharitas ni de cambiar de salero, sino de algo mucho más visual.

En sus redes, el televisivo chef y azote de cocinas desastrosas en “Pesadilla en la cocina” ha compartido un gesto tan sencillo como revelador. ¿El truco? Echar la sal desde arriba, elevando el brazo. Nada de acercar la mano al plato como si estuviésemos bautizando un filete o acercando un puñado de grano a un pollo. “Cuanto más alto echemos la sal, más se reparte” dice el chef. Simple, pero eficaz.

Lo mejor de este truco es que no solo mejora el sabor final del plato (porque la sal se distribuye uniformemente), sino que además nos ayuda a cuidar la salud. Chicote no da puntada sin hilo y lo cierto es que, como bien recuerda, un exceso de sal no solo arruina una comida, también puede pasar factura a largo plazo: hipertensión, problemas renales, retención de líquidos, osteoporosis… y una larga lista de males que es mejor evitar, más aún si el remedio es tan sencillo como este.

El error más común, según Chicote, es pensar que por echar la sal desde cerca estamos siendo más precisos. Y en realidad pasa todo lo contrario, la sal cae toda junta en un solo punto, se pega y no se reparte. Resultado, una esquina del plato está como el mar muerto, y el resto… ni fu ni fa. En definitiva, un desastre total.

Pero volvamos al truco estrella de nuestro consumado cocinero: eleva la mano, como si fueras a lanzar confeti en una fiesta, y deja que los granos de sal caigan con gracia sobre la comida. Así consigues una capa homogénea y te aseguras de no saturar el paladar del comensal. Y lo mejor es que, una vez lo pruebas, ya no vuelves al salero de toda la vida, se nota muchísimo la diferencia.

Esta técnica, que ya usaban chefs profesionales sin darle tanta importancia, ahora se convierte en un gesto fundamental en cualquier cocina doméstica. De hecho, ya lo decía mi abuela, que era muy de refranes: “La sal, ni mucha ni poca, sino bien puesta”. No lo entendí hasta que me pasé con un bacalao y acabé, muy a mi pesar, cenando pan con tomate. Con esta solución, el problema de la sal desapareció de mi cocina como una bruma de verano.

Y ojo, que este truco no es exclusivo de la sal. También funciona si lo aplicas a otros ingredientes en polvo, como especias o azúcar glas. La clave está en pensar en el reparto, no en la cantidad.

Así que ya sabes, si no quieres que la próxima comida familiar acabe en debate sobre la tensión o sobre tu habilidad en la cocina, hazle caso a Chicote. Coge la sal, alza el brazo con decisión y espolvorea con arte. Puede que no ganes una estrella Michelin, pero al menos nadie te acusará de haber arruinado la comida.

En resumen: Echa la sal desde arriba, no desde cerca y así se distribuye mejor y evitas concentraciones excesivas. De este modo, mejora el sabor, la textura… y tu salud. Además, queda como un gesto muy profesional.

Haz la prueba. Hoy mismo. En una ensalada, en unos huevos fritos, en unas patatas al horno o en cualquier otro plato. Y luego cuéntame si, al igual que yo, has notado la diferencia. Porque al final, como bien dice Chicote, “la cocina está en los detalles que parecen más tontos… y son los más sabios”. Apunta el truco, te aseguro que funciona y que si lo aplicas tus recetas nunca más volverán a estar saladas. ¡Un truco de primera categoría!