Auténtico tesoro de nuestra gastronomía más popular, los callos son, dentro de las recetas de casquería, uno de los más consumidos. Tanto es así que son muchas las tabernas, bares o restaurantes de nuestro país que los tienen en su carta.
De sabor potente y textura gelatinosa, son de esos platos de cuchara (o de tenedor) que cocinaban las abuelas con mucho mimo y paciencia y que, gracias a ellas, han llegado a nuestros días.
Si te encantaban los callos que hacía tu abuela (o tu madre) o los que comías en el bar de la esquina, pero no los preparas porque te parecen difíciles de realizar, aquí tienes una receta clásica que, además de fácil, está de rechupete.
Su elaboración es lenta, eso sí, porque para que esta carne quede tierna necesitarás cocinarla durante 1 hora por lo menos, pero no es complicada. Además, una vez pruebes tus callos, quedarás entusiasmada. ¡Se convertirán en un clásico de tus recetas de tapeo! Y, sobre todo, una vez en la mesa, no te olvides de acompañarlos con unas rebanadas de pan. Y es que la salsita que queda en el plato, no tiene desperdicio.
Además de los callos, hay otros productos de casquería que puedes incorporar a tus menús familiares. No te pierdas, por ejemplo, las manitas de cerdo glaseadas con verduras al horno, la asadurilla de cordero encebollada o las originales madejas aragonesas, una tapa deliciosa hecha con los intestinos el cordero.
También puedes preparar las carrilleras de cerdo al horno con verduras, un guiso de la abuela de lo más sabroso. Cabe señalar que, aunque muchas personas piensan que las carrilleras no son productos de casquería, también lo son. Provienen de la parte de las mejillas del cerdo o de la ternera y, si se hacen sin prisas, quedan espectaculares.