Vierte 25 mililitros de agua en un cazo; añade el azúcar y remover hasta que se disuelva. Calienta la preparación hasta que alcance una temperatura de 110º. Tamiza la almendra molida y el azúcar glas sobre un cuenco. Repite la operación y remueve bien hasta incorporarlos. Monta la mitad de las claras a punto de nieve firme, con las varillas eléctricas. Agrega el almíbar, poco a poco y sin dejar de mezclar. Continúa batiendo hasta que el merengue esté a una temperatura de 45º. Incorpora la mezcla de almendra y azúcar glas, y las claras restantes. Añádelas poco a poco y removiendo con una espátula, con movimientos envolventes; se debe obtener una masa homogénea. Precalienta el horno a 140º. Pasa la masa a una manga pastelera de boquilla gruesa y lisa. Forra la placa del horno con papel sulfurizado y forma montoncitos de masa de unos 4 centímetro de diámetro (colócalos separados entre sí porque aumentarán de tamaño durante la cocción). Déjalos reposar durante 1 hora, a temperatura ambiente, hasta que se forme una película firme en la superficie. Estarán listos cuando no resulten pegajosos al tocarlos. Hornéalos durante 14 minutos y déjalos enfriar sin despegarlos del papel. Trocea el chocolate blanco, o rállalo si prefieres. Disponlo en una cazuelita y derrítelo al baño maría (dentro de otra cazuela más grande, con un par de dedos de agua). Calienta la nata en un cazo hasta que casi llegue a ebullición. Viértela sobre el chocolate y remueve con una espátula hasta incorporarla; se debe obtener una crema lisa y brillante. Espera a que la preparación de chocolate blanco se enfríe, introdúcela en una manga pastelera de boquilla fina y lisa, y déjarla reposar en la nevera durante al menos 6 horas. Despega los macarons del papel, con cuidado de no romperlos, y cubre la mitad con la crema de chocolate blanco. Tapa con los restantes, como si fueran sándwiches, sin apretar para que el relleno no se salga. Disponlos en una fuente y sírvelos a temperatura ambiente.