En menos de media hora: la tarta helada con mascarpone y mermelada, ideal para un postre veraniego de fin de semana

Un postre bonito, refrescante y que parece mucho más complicado de lo que es. Solo necesitas una base de masa brisa, hacer el relleno y congelar.

Tarta helada fácil, con relleno de mascarpone y mermelada
GTres
4 personas
30 min

5

(100 votos)

Temporada:

Todo el año

Verano

Técnica:

Sin cocción

Tipo Plato:

Postres

Precio:

€ €

Dificultad:

Fácil

Preparación con antelación

Esta tarta helada entra por los ojos desde el minuto uno y, lo mejor, no necesitas ni ser un experto pastelero ni tener un montón de cacharros en la cocina. Con una base crujiente de pasta brisa, un relleno suave y cremoso, y una cobertura brillante de mermelada, es de esos postres que desaparecen del plato antes de que te sientes.

En casa, la descubrimos una tarde de verano en la que el horno parecía estar vetado por el calor. Desde entonces, la he preparado en cumpleaños, cenas de amigos y hasta en Navidad, con distintos sabores de mermelada. Y te aseguro que siempre triunfa.

Puedes dejarla hecha con antelación y guardar en el congelador, lo cual la convierte en la mejor amiga de quienes siempre vamos con prisa. Y si tienes niños en casa, ya verás cómo se apuntan a ayudarte con la decoración final.

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Ingredientes paraEn menos de media hora: la tarta helada con mascarpone y mermelada, ideal para un postre veraniego de fin de semana

  • 1 lámina de pasta brisa
  • 4 claras de huevo
  • 500 g de queso mascarpone
  • 150 ml de nata para montar
  • 180 gramos de azúcar
  • Unas gotas de esencia de vainilla
  • 250 gramos de mermelada de melocotón y albaricoque
  • 2 hojas (4 gramos) de gelatina

1. Prepara la base crujiente

Forra un molde desmontable con una lámina de pasta brisa. Pincha la base con un tenedor para evitar que suba durante el horneado. Cubre con papel sulfurizado y añade unos garbanzos secos encima para que no se deforme. Hornea durante 15 minutos a 180 °C. Después, retira los garbanzos y el papel, y deja enfriar completamente.

2. Monta la crema

Monta las claras a punto de nieve y resérvalas. En otro bol, bate la nata bien fría con el azúcar hasta que esté firme. En un cuenco grande, mezcla el mascarpone con unas gotas de esencia de vainilla, usando unas varillas. Incorpora la nata montada con movimientos envolventes y, por último, añade las claras poco a poco para no perder el aire. Obtendrás una mousse ligera y cremosa.

3. Vierte y congela

Vierte la mezcla sobre la base ya horneada y fría. Alisa la superficie con una espátula y guarda en el congelador un mínimo de 6 horas. Si puedes dejarla de un día para otro, mejor.

4. Prepara la cobertura

Pon en remojo las hojas de gelatina en agua fría durante 5 minutos. Mientras tanto, calienta la mermelada con un par de cucharadas de agua en un cazo, removiendo. Retira del fuego y añade la gelatina escurrida. Remueve bien hasta que se disuelva. Deja entibiar unos minutos y vierte la cobertura sobre la tarta congelada. Devuélvela al congelador al menos 1 hora más, o al frigorífico si vas a servirla pronto.

5. Sirve y disfruta

Desmolda con cuidado y decora a tu gusto: añade frutas frescas, virutas de chocolate blanco o unas hojitas de menta. Deja a temperatura ambiente durante 10-15 minutos antes de servir, para que no esté demasiado dura.

El truco

Usa papel film para forrar el molde antes de montar la tarta. Así te será mucho más fácil desmoldarla después del congelado, sin que se rompa ni se quede pegada a los bordes.

Una de las mejores cosas de esta tarta, además de lo fácil que es, es lo versátil que resulta. Puedes cambiar la mermelada por una de frutos rojos, por ejemplo, o por mermelada de higos si la sirves en otoño. También puedes preparar la base con galletas trituradas y mantequilla si no tienes pasta brisa a mano. Incluso puedes hacer una base sin gluten si tienes invitados con intolerancias.

En cuanto al relleno, si no tienes mascarpone puedes sustituirlo por queso crema, aunque perderás un poco esa textura tan sedosa que lo caracteriza. También puedes jugar con la vainilla y añadirle un toque de ralladura de limón o un chorrito de licor suave para adultos. Lo mejor es que aguanta perfectamente varios días en el congelador sin perder sabor ni textura.

Y si te estás preguntando si esta tarta helada gusta a todos, te lo confirmo: sí. Incluso a los que dicen que no les va el dulce. Tiene ese punto cremoso, fresco y nada empalagoso que hace que te apetezca repetir. Y cuando alguien te diga “¡vaya pinta!”, tú solo sonríe y guarda el secreto.


Con solo 40 minutos de trabajo y un poco de tiempo de espera, tendrás un postre perfecto, fresco y muy lucido. Ideal para cuando vienen invitados, para celebraciones o simplemente para darte un capricho dulce sin complicarte la vida. La tarta helada de mascarpone con mermelada es todo un acierto.

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