El pollo es uno de los ingredientes más consumidos en la cocina española, y no solo por su sabor y versatilidad. Es una carne baja en grasa, rica en proteínas, que puede prepararse de muchas formas distintas: desde un pollo al horno relleno de carne y jamón con patatitas hasta un pollo guisado con pelotas, un pollo mariposa o incluso una versión ligera como el pollo asado en freidora de aire.
Sin embargo, a pesar de ser tan común en nuestras cocinas, sigue rodeado de mitos. Uno de los más conocidos es el que relaciona el color de su carne con la calidad o el valor nutricional. ¿Es realmente más sano un pollo amarillo que uno blanco? El nutricionista Pablo Ojeda (@pabloojedaj) ha querido despejar esta duda de forma muy clara en su paso por el programa Las Mañanas de Kiss FM.
El color del pollo no indica mayor calidad
Durante su intervención, Pablo Ojeda fue claro al desmentir uno de los mitos más extendidos sobre el pollo: el color más amarillo no es sinónimo de mayor calidad ni de mejores propiedades nutricionales. Explicó que este tono se debe, principalmente, a la alimentación del animal, ya que muchas veces se utiliza maíz u otros ingredientes ricos en pigmentos naturales que modifican el color de la carne. A pesar de eso, el valor nutricional no varía de forma significativa, aunque el precio en ocasiones sí lo haga, lo que puede llevar a los consumidores a pagar más sin necesidad real.
Este tipo de dieta, rica en pigmentos naturales como el maíz, es la responsable del tono amarillento, pero no implica que esa carne tenga mejores propiedades nutricionales. Ojeda insistió en que ambos tipos de pollo, tanto el blanco como el amarillo, suelen proceder de las mismas raíces avícolas y se crían en condiciones similares. Es decir, su valor nutricional es prácticamente el mismo.
¿Y la piel del pollo? También genera dudas
Otro de los puntos que aclaró Ojeda fue el relacionado con la piel del pollo. Aunque muchas personas la eliminan por miedo a consumir demasiada grasa o aumentar las calorías del plato, el experto explicó que no hay motivo real para preocuparse. Esta parte del pollo también contiene proteínas y una proporción de grasa que no incrementa significativamente el aporte calórico respecto al resto de la carne. Por tanto, lejos de considerarse un exceso poco saludable, puede incluirse sin problema en una dieta equilibrada, siempre que se consuma con moderación y dentro de un estilo de vida saludable.
Cuidado con lavar el pollo
Uno de los errores más comunes en la cocina tiene que ver con la higiene del pollo. Aunque muchos creen que lavar la carne antes de cocinarla es una práctica recomendable, Ojeda insiste en que puede ser perjudicial y afirma que el pollo no debe limpiarse. Y no es por una cuestión de sabor, sino por seguridad alimentaria.
Al lavar el pollo bajo el grifo o secarlo con un trapo, es muy fácil que las bacterias presentes en la carne se dispersen por la cocina, contaminando otros utensilios o superficies. Esto puede provocar infecciones estomacales que, en muchos casos, no logramos asociar a su origen. La mejor manera de asegurarse de que la carne está libre de bacterias es cocinarla bien, a la temperatura adecuada, sin necesidad de enjuagarla previamente.
Pablo Ojeda lo tiene claro: para tomar buenas decisiones en la cocina, es necesario comprender de dónde vienen nuestros alimentos, cómo se crían y cómo manipularlos correctamente para mantener una dieta sana y segura. Y si además lo combinamos con recetas caseras sabrosas y saludables, más que mejor.