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Que el sindicato era turbio como una ciénaga era algo que se sabía desde hace tiempo. De hecho, una compañera se refería a él como “Manos limpias, bragas sucias”. El proceder del sindicato lo emplean también algunos portales de Internet: se lanzan a dar hostias a cascoporro para satisfacer las ansias de venganza de sus directores. Escribo sobre el terreno que conozco: el de la televisión. Dime qué portal escribe sobre ti y te diré qué van a decir. No falla. Los redactores son esbirros al mandado de jefes corruptos, extorsionadores o simples fracasados. Trabajar durante muchos años en este medio te cura de espanto gracias al conocimiento que vas adquiriendo. De jovencito aprendí mucho durante los viajes que hacíamos con la radio. De vez en cuando los programas salían a hacer bolos por provincias para fidelizar a la audiencia de la localidad de turno y allá que íbamos todos los componentes del equipo. Y asistí a diversos acontecimientos que me dejaron perplejo. A tertulianos que defendían la familia tradicional por encima de todas las cosas había que sacarlos con ventosa de las whiskerías frecuentadas por señoritas de pago para que se presentaran a trabajar. Hubo alguno que durante la emisión del programa se quedó dormido por la borrachera y utilizó el micrófono de almohada. Portales que predican las buenas maneras y el decoro están dirigidos por puteros que lucen unas sospechosas venillas rojas a lo largo y ancho de su cara y montan numerazos en tertulias televisivas. A España le sobran telepredicadores y le faltan juerguistas que no se avergüencen de serlo. Somos cada vez más conservadores, menos libres. Infinitamente más coñazos.