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Estábamos el verano pasado cenando en Menorca la Milá, Jesús Calleja y cuatro o cinco personas más con las que yo no tenía mucha confianza. Aprovecho un momento de silencio para contarle a Mercedes el argumento de la función que estamos haciendo en el Rialto. Cuando acabo, la señora emite su dictamen: “Menudo aburrimiento. Me gustó más la otra”. Se queda más ancha que larga y yo, cortadísimo, me hago muy pero que muy pequeñito. El pasado lunes la Milá vino a verme al teatro y disfrutó muchísimo la función: desde el escenario la tenía muy localizada y vi como reía, aplaudía y se lo pasaba bomba. Charlamos un rato al finalizar el espectáculo y me dijo cosas muy bonitas que no escribo aquí por pudor. Aproveché para recordarle que en Menorca vaticinó que la obra sería un rollo y ella no se acordaba de sus palabras: “Está claro que me equivoqué”. La visita de la Milá al teatro sirvió para que un periódico de los denominados serios se marcara en su edición digital un artículo sobre una supuesta enemistad que jamás ha existido. Luego Mercedes estuvo con Buenafuente y apareció mi nombre en la entrevista. Como buena amiga aprovechó para recomendar mi función, Andreu tiró de ironía y yo aproveché el corte del programa para subirlo a mis redes. Al instante florecieron los titulares sobre una presunta guerra a tres pero Mercedes me envió un mensaje al ver las dimensiones que estaba adquiriendo el asunto: “No hace falta que diga que aunque les gustaría lo que más, no lograrán que nos enfademos”. Le respondo al instante: “No te preocupes que tengo muy calado al personal”. El rizo más absurdo de toda esta historia se lo marca El Norte De Castilla, que publica un articulo con el siguiente titular: “Jorge Javier molesto con Buenafuente porque no ha ido a ver su obra”. Para cortarse las venas, vamos.