Diego Torres agota al Tribunal del Caso Nóos

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Seguir las declaraciones de los acusados en el juicio por el caso Nóos no se paga con dinero.  Esta semana le ha tocado el turno a Diego Torres, el ex socio de Iñaki Urdangarin en el Instituto Nóos, que ha dejado agotados a todos sus interlocutores con su verborrea desbordante mezclada con sus maneras obsequiosas y su actitud meliflua, un exceso de amabilidad con el que no ha conseguido explicar que es lo que había pasado desde el día en el que se cruzó, en las aulas de Esade, prestigiosa escuela de negocios de Barcelona, con el entonces duque de Palma. Torres llevaba casi cinco años preparándose para su declaración ante el Tribunal y, sin embargo, solo ha podido convencer al auditorio de una cosa; es muy pesado.

Mientras, Diego Torres habla y habla, en el fondo de la sala, entre el resto de los acusados, se sientan Iñaki Urdangarin y Cristina de Borbón, admirados quizá de que las explicaciones de su antiguo amigo resulten ahora tan inverosímiles. Porque solo oyendo a Diego Torres y las mil vueltas que le da a todo, se entiende que Urdangarin, menos dotado para la retórica, creyera que junto a semejante sujeto podría llegar lejos. Sin ánimo de sentenciar el caso, cada día que pasa está más claro que Torres encontró en Iñaki Urdangarin la horma de su zapato, la persona que le iba a permitir encauzar su principal negocio: vender humo. Lo hicieron durante años, vendiendo a las instituciones públicas y a algunas empresas privadas unos foros de debate totalmente innecesarios. Contaba Torres uno de estos días que lo que intentaban demostrar con los foros celebrados en Valencia y Baleares era la importancia de vincular turismo y deporte. Gran idea, desde luego, aunque ya estuviera más que explotada y que ha quedado demostrada con la celebración de los Juegos Olímpicos o los Mundiales de Fútbol.

Que Torres y Urdangarin creyeran que sus ideas de bombero valían dinero podría explicarse por la vanidad de uno y la ambición de otro, o viceversa, pero la razón por la que ambos están a las puertas de la cárcel es que, encima, no se conformaron con enredar a empresarios con ganas de notoriedad, fueron más allá y lograron vender  la moto a unos responsables de instituciones públicas que, con toda ligereza, utilizaron dinero de los ciudadanos para pagar semejantes memeces con el único fin de codearse con Iñaki Urdangarin y quedar bien con la Casa Real.

Sufrir ahora, después de que todo está más claro que el agua, las explicaciones de Diego Torres ante el Tribunal que le juzga es agotador. Sigue pensando que sus ideas eran magníficas, comparando sus foros de la señorita Pepis con la cumbre de la ONU o el foro de Davos, como poco. Pero sus detalladas exposiciones sobre el funcionamiento del Instituto Nóos con toda su corte de expertos y no sé cuantas cosas más, que aquello según él era tan complejo como la Nasa, encallan cuando se le piden explicaciones sobre el origen y el destino del dinero que cobraba.

 Torres llegó a decir que no sabía si los rendimientos de una cuenta que abrió en Luxemburgo cotizaban en España y, a renglón seguido, exhibir su condición de doctorado en estudios económicos. En fin, un despropósito del que es responsable Urdangarin, porque él era quien estaba casado con una infanta de España y era, en el tiempo que ocurrieron los hechos, yerno del Rey. De momento, y a falta de lo que decida el tribunal, por acción o por omisión, Iñaki Urdangarin y Cristina de Borbón son los responsables de la situación en la que se encuentran y, además, ya llevan sobre sus conciencias haber sido una de las razones, sino la principal, por la que el rey Juan Carlos se vio obligado a abdicar. 

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