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Belén Esteban ha tenido una semana complicada. Volver a la casa de GHVIP ha removido su experiencia pasada y la ha colocado en una delicada situación emocional. Estalló el miércoles en el plató de Sálvame, llorando sin consuelo recordando su paso por el concurso y recordándome que teníamos una conversación pendiente. Yo, sinceramente, me había olvidado ya de esa asignatura. Se conoce que ella no y eso es lo que me apena. Que siga anclada en el dolor, en la impotencia, en la inquietud. Y lo que es peor: no creo que vuelva a recuperarse del todo. Quizás ella piensa que yo la defraudé. Está en todo su derecho. Me pregunto si yo lo podría haber hecho de otra manera y no me viene a la cabeza una respuesta clara, lo cual me lleva a pensar que no. Belén dijo el miércoles que necesitaba hablar conmigo pero el jueves manifestó que ya no le hacía falta esa conversación. Ella cree que no la quiero y yo, que soy un cardo a la hora de expresar sentimientos, supongo que tendría que achucharla al verla pero no me sale. Ni con ella ni con nadie. Pero claro que la quiero, cómo no la voy a querer. Kiko Matamoros le dijo a Rosa dentro de la casa que Mediaset iba a producir una película sobre mi vida y que todos los compañeros de Sálvame iban a tener un papel. Rosa se lo tragó y luego cuando entró Belén se lo contó. Y Belén, según me confesó a su salida, también se lo creyó “y de verdad, Jorge, me supo muy mal que no me lo contaras y tenía muy malos pensamientos hacia ti. Llamé a Raúl –uno de nuestros directores- y te puse verde. Él se descojonaba, claro, porque era mentira, pero yo me sentía muy mal”. ¿Cómo no querer a una mujer que se maneja con tanta ingenuidad en sus relaciones sociales? Belén podrá tener todos los defectos del mundo –que tampoco es eso, aunque muchos se empeñen en colocárselos- pero es una de las pocas personas que conozco que es verdad pura y dura.