Jorge Javier Vázquez

Jorge Javier Vázquez

Alejandra Rubio
Gtres

"Alejandra Rubio me gusta, llegará a ser presentadora"

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Jorge Javier Vázquez

Escritor, presentador, actor y productor teatral

Para los que anden bajos de ánimo: la vida no está escrita. Aunque a veces nos cueste confiar en ella se las apaña para seguir sorprendiéndonos. El 18 de mayo del año pasado tuve que cogerme la baja laboral. Dejé la tele y no pude cumplir con una colaboración que había acordado con los de Locobongo, que ese año celebraban por primera vez esa fiesta tan divertida en el WiZink Center de Madrid. Pues ahí va mi historia: el próximo 18 de mayo, justo un año después, me subiré al escenario del WiZink Center para presentar la fiesta junto a la divertidísima Xenon Spain. Tócate la peineta, Marieta.

Alejandra, resiliente

No querías caldo, pues toma dos tazas. Además esa tarde también estarán Mónica Naranjo, Melody, Merche, King África y Nebulossa, que a ver cómo viene después de Eurovisión porque esa será la primera vez que actúe tras el festival. Tengo ganas de conocerla y de cantar ‘Zorra’ a pleno pulmón, regodeándome en la palabra, incluso pa- ladeándola. Por si el plantel de artistas no fuera atractivo, decir que también estarán Bárbara Rey, Chelo García-Cortés y Lydia Lozano. Suficientes razones para seguir creyendo en la vida. En estos momentos escribo desde el AVE, que voy a Barcelona para celebrar el día de la madre y aprovecharé para perfilar mi participación en el Locobongo. Porque algo tendré que hacer para dar la nota, que si no me aburro. Mientras llego a Barcelona voy a aprovechar para escribir sobre Alejandra Rubio, que hace varios blogs que lo tengo pendiente. Me gusta. Es una resiliente. Recuerdo las hostias que le dieron durante sus primeras participaciones en televisión porque era hija de su madre. Muchas de ellas fueron innecesarias y poco generosas. Si no recuerdo mal, Alejandra empezó a colaborar en televisión con menos de veinte años. Recuerdo que le costaba meter baza. Probablemente porque estaba cortada pero en televisión mejor pecar al principio de prudente que de plasta. Con el tiempo ha ido ganando mucha seguridad.

Que siga echando horas

Me gusta cómo se desenvuelve. El apellido Campos no le pesa –como sí le ha sucedido a su madre y a su tía– y se le nota. Opina sin cortapisas, importándole poco que sus declaraciones puedan caer como una bomba en la fortaleza del clan, custodiada con fiereza por Terelu. Lo bueno que tiene Alejandra es que para ella su abuela es, sobre todo, su abuela. Y no Teresa Campos, la legendaria presentadora cuya sombra ha perseguido durante toda la vida a Terelu y a Carmen. Hay mucha gente que sale en la tele pero no toda tiene ‘algo’ o ‘ese algo’. Alejandra sí. Desconozco qué quiere hacer con su vida profesional, pero hace bien aceptando todo lo que le ofrezcan porque es la única manera de cogerle el tranquillo a la cámara. Pasando horas y horas delante de ella, ejercitando la curiosidad y seguir estudiando. Tengo entendido que está metida en cursos de arte dramático. Buena elección porque te nutres de recursos que luego puedes poner en práctica en un plató. Porque yo creo que Alejandra Rubio va a acabar presentando. Al tiempo.

Jorge Javier Vázquez
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El hijo de la zurcidora

Son casi las ocho de la tarde y estoy en la habitación del hotel. Mi madre, en la de al lado. No nos apetece salir a pasear. Sobre todo a ella, porque está a punto de empezar ‘Reacción en cadena’. No sé qué va a ser de su vida cuando pierdan los Mozos de Arousa. Porque digo yo que algún día eso sucederá y entonces a ver cómo se lo toma. Aunque mi madre, la Mari, vive en Badalona, nos hemos quedado en Barcelona porque tengo varias cosas que hacer en la ciudad. Y así me acompaña. Es que me gustan mucho los hoteles, para qué darle más vueltas. La reunión familiar de hoy se ha desarrollado de una manera muy tranquila. Sin incidentes reseñables. La gente ha colgado en las redes fotos con sus madres y me han impresionado especialmente las dedicatorias de los que ya no tienen a la suya. Ya lo he escrito muchas veces: no imagino una vida sin mi madre.

Tiene ochenta y cuatro años y una salud de hierro. Lo máximo que tiene de vez en cuando es un resfriado. Punto. También está espléndida anímicamente. Es optimista, risueña, generosa. Nada pesada. Además se lleva muy bien con mis hermanas, mis cuñados, mi sobrina y su marido y eso es algo que me quita mucho peso porque viviendo yo en Madrid jamás he tenido la sensación de que pudiera llegar a sentirse sola. (Con mi sobrino y su pareja también se lleva muy bien pero viven fuera de España y se ven menos). Mi madre me hace gracia por varios motivos pero el fundamental es que sufre porque estoy sin novio cuando ella es una gran amante de la soledad. Se apaña muy bien con sus paseos con su perra Nina y con las visitas de su prole, pero luego también disfruta leyendo o pasando horas y horas resolviendo crucigramas.

Años atrás ella zurcía, era buenísima. Trabajaba para varias tintorerías y como yo era el que se encargaba de ir a recoger las prendas me conocían como “el hijo de la zurcidora”. La recuerdo zurciendo y diciéndome: “Venga, Jorge, coge el Quiz y vamos a hacer crucigramas”. Y yo siempre me escabullía porque no le encontraba ninguna gracia a eso de leer en voz alta “Dios egipcio” para que ella contestara al instante “Ra”. Otra vez le rogué que me fuera a descambiar una cazadora por tercera vez. “A cambio pídeme lo que quieras”. “Vale, voy. Pero prométeme que después de comer me harás el café todos los días”. Y así fue hasta que me marché de mi casa a los veinticinco años. Cuando intentaba escaquearme se plantaba sin remilgos y me decía: “¡Ehhh! Hiciste una promesa. Y las promesas se cumplen”. Y tenía que volver a hacerle el café. Me voy a su habitación a recordarle esta historia. Seguro que acabamos riéndonos. Vida, qué bonita eres a veces.