Jorge Javier Vázquez

Jorge Javier Vázquez

Kiko Matamoros
Gtres

Kiko Matamoros es una de las personas más leales que conozco

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Jorge Javier Vázquez

Escritor, presentador, actor y productor teatral

Se larga Kiko Matamoros a ‘Supervivientes’ y me da pena. Llevamos tantos años coincidiendo tantas horas en un plató que es como si se me fuera un hijo a la mili. Kiko es una de las pruebas más evidentes de que la imagen que se da en televisión no tiene por qué coincidir con la real. Le gusta ir de malote porque en su época juvenil sería lo que se llevaba, pero conforme va cumpliendo años le cuesta cada vez menos mostrar un corazón acogedor y hospitalario. He visto a pocas personas ser tan leales con sus afectos aunque estos lo dejen con el culo al aire. Lo entiendo: el que falla es el otro. Mejor ir por la vida creyendo en la bondad de los desconocidos que suponiendo que todo ser humano que habita este mundo cruel te la va a dar a las primeras de cambio.

El viernes, cuando se despidió de mí antes de ir al concurso, me dijo al oído: “Te quiero, cabrón”. Yo, como de costumbre cuando me dicen cosas bonitas, me quedé bloqueado y a punto estuve de decirle: “Yo también”. Pero no me salió la voz. Contó Kiko en ‘Sálvame Naranja’ que estaba teniendo muy presente a Mila y se emocionó: “Sé que cuando llegue allí me voy a acordar mucho de ella”. Y menos mal que cambiamos de tema porque yo ya tenía la lágrima preparada para salir.

Seguimos creyendo que Mila está concursando en un reality o en Ámsterdam viendo a sus nietos porque no estamos preparados para enfrentarnos a la verdad. Cuando Mila y Kiko se llevaban a matar a ella se la llevaban los demonios porque lo entendía más a él. La teoría de Mila es que Matamoros me recordaba a esas personas que defienden a los débiles en el colegio, dando por sentado –no sin razón– que durante aquella época fui alguna vez el débil. Probablemente estuviera en lo cierto. Matamoros da seguridad. Y me hubiera encantado tener durante mis años de nocturnidad un amigo como él. Kiko sigue frecuentando la noche con devoción. Lo envidio.

A veces me miro y me digo: “Con lo que has sido y ahora te acuestas a las diez de la noche”. Cómo te cambia la vida. Tiene mala prensa madrugar porque es una cosa como de gente mayor. Y yo le estoy encontrando la gracia a eso de abrir el ojo bien temprano y disfrutar de la vida en silencio. Una vez en el bachillerato me preguntó mi profesor de Griego si alguna vez me habían operado con anestesia. Quería saber si en esos momentos seguía hablando, tal era mi verborrea. Ahora no me costaría nada ser cartujo. No encontraría en un monasterio a Kiko, eso desde luego. Y una vez que se ha ido espero encontrármelo lo más cerca posible del verano. Se lo merece por la ilusión que está poniendo en el empeño.

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