Carolina de Mónaco y Ernesto de Hannover, una relación imposible: por qué no han dado el paso de divorciarse

Los padres de Alexandra de Hannover se casaron en enero de 1999 en Mónaco, y decidieron separarse de forma amistosa diez años después de la boda

Álex Ander
Álex Ander

Periodista especializado en corazón y crónica social

Carolina de Mónaco y Ernesto de Hannover
Gtres

Dicen que hay que besar muchos sapos para encontrar al príncipe azul. Carolina de Mónaco debía tener grabadas a fuego estas palabras, porque ha tenido una vida sentimental más que ajetreada. Su primera relación seria, con el hombre de negocios y playboy Philippe Junot, terminó en boda, para disgusto de sus padres, en junio de 1978. Pero esta relación acabó cuando se publicó una fotografía en la que el francés aparecía cogido de la mano de la actriz Giannina Facio. La primera hija de los príncipes Raniero III y Grace de Mónaco sacó ese clavo con otro que respondía al nombre de Stefano Casiraghi. En diciembre de 1983, tan solo unos meses después de que su madre perdiese la vida en un accidente de coche, Carolina se casó por lo civil con ese empresario italiano —Raniero montó precipitadamente el enlace al enterarse de que su hija estaba embarazada—.

Aquella fue una de las etapas más felices en la vida de Carolina, que tuvo tres hijos con su esposo —Andrés (nacido en 1984), Carlota (1986) y Pedro (1987)—. Sin embargo, todo se truncó en otoño de 1990, cuando el italiano falleció de forma accidental mientras participaba en una carrera de lanchas en la bahía de Montecarlo. Después de enviudar, la princesa encontró consuelo dándose arrumacos con el actor francés Vincent Lindon, con quien pasó un tiempo en la Provenza francesa. Más tarde se enamoró de un viejo amigo, Ernesto Augusto de Hannover, duque de Brunswick y Luneburg, que entonces estaba casado con Chantal Hochuli, hija de la heredera de un famoso chocolatero suizo, y tenía dos hijos con la susodicha. Curiosamente, la suiza era íntima amiga de Carolina, y de hecho fue su paño de lágrimas cuando la princesa monegasca enviudó de Casiraghi.

Al principio, el romance entre Carolina y Ernesto fue clandestino. La prensa los sorprendió juntos varias veces, en lugares como Birmania, Nueva York o Marrakech, pero no fue hasta octubre de 1997 cuando se anunció oficialmente el divorcio del aristócrata alemán. Finalmente, Carolina contrajo matrimonio con él en enero de 1999, estando ya embarazada de su hija Alexandra de Hannover. A modo de apunte, la boda contó con el beneplácito de Raniero, que vio en el inesperado enlace la posibilidad de teñir un poco de azul la sangre de su dinastía. 

Un hombre difícil

Aunque los Grimaldi son católicos, Ernesto se empeñó en que su hija fuese criada en el protestantismo, ya que, de lo contrario, Alexandra se habría quedado fuera de la línea de sucesión al trono de Inglaterra, donde ocupa un puesto lejano tras sus hermanos mayores —cabe recordar que el aristócrata alemán es descendiente en línea directa de la reina Victoria de Inglaterra y de los reyes Jorge I y Jorge III de Inglaterra—. 

Ya desde el principio de su romance, Ernesto saltó a los titulares por su reputación de hombre difícil y sus problemas de alcoholismo. Entre otras cosas, en 1999 fue multado por golpear a un fotógrafo alemán, y en 2003 se le retiró el carné de conducir durante un mes por exceso de velocidad. Por si esto fuera poco, en marzo de 2010 fue condenado por el tribunal de Hildesheim a pagar 200 mil euros de multa por un delito de lesiones después de agredir al propietario de un hotel en Kenia. Incluso lo pillaron orinando contra la fachada del pabellón turco de la Expo 2000, lo que ocasionó un conflicto entre Estambul y Mónaco y obligó a la casa Grimaldi a ofrecer una disculpa pública. 

Su afición por la bebida también le ocasionó ciertos problemas de salud. En abril de 2005, mientras su suegro Raniero agonizaba en una habitación del hospital Princesa Grace de Mónaco, Ernesto ocupaba una estancia vecina afectado por una pancreatitis aguda. Este problema le llevó a pasar varios días entre la vida y la muerte y, por lo visto, también le ayudó a domar un poco sus demonios interiores. No obstante, Carolina y él se separaron de forma amistosa en el invierno de 2009. Lo que muchos se preguntan es por qué ninguno de los dos se ha planteado hasta ahora firmar el divorcio.

Todo un misterio

Por un lado, la cuestión obedece a un pacto alcanzado entre los hijos del alemán y la monegasca para preservar el abultado patrimonio familiar. Cabe recordar que el primogénito de Ernesto, que se llama como él, ha pasado años luchando por mantener el control de la casa güelfa, sabedor de los desmanes de su padre, y se enfrascó con él en una disputa legal cuyo objetivo era resolver quién de los dos se quedaba con la herencia de la Casa. Por otro, Carolina de Mónaco es consciente de que, en caso de divorciarse, ella perdería su estatus de Alteza Real —por su condición de princesa 'solo' es alteza serenísima—.

Según algunos medios, Alexandra se lleva muy bien tanto con su madre como con sus hermanos Casiraghi (Pierre, Andrea y Carlota) y sus otros dos hermanos mayores (Ernesto Augusto y Cristian). Sin embargo, mantiene una relación algo más distante con su padre, que desde hace una temporada reside en Madrid junto a Claudia Stilianopoulos, la hija de la socialité Pitita Ridruejo, y no vio con demasiado agrado que su hija tomara en 2018 la decisión de convertirse al catolicismo. Carolina, por su parte, quedó relegada a un segundo plano con la llegada de su cuñada Charlene y hoy día, a sus 67 años y sin pareja conocida, se encuentra feliz en su papel de madre y abuela.

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