Jorge Javier Vázquez

Jorge Javier Vázquez

Maestro Joao

El Maestro Joao me parecía un cuadro pasado de moda

Lo conocía por las redes y su aspecto me daba grima. Me asombraban su piel blanquecina y sus estilismos estrafalarios: túnicas de vidente con mucho brillo y poco gusto. Todo él era un poema tirando a malo. Por si fuera poco, aparecía siempre rodeado de famosos de escaso pelo y bastante caspa, como el apósito capilar que llevaba en esos programas donde presuntamente veía el pasado, presente y futuro. Queda claro, pues, que el tal Joao me parecía un cuadro pasado de moda. Pero hete aquí que llega a ‘Supervivientes’ y, ya en la primera gala, la lía escogiendo a un grupo imposible. Se lleva a los elementos menos capacitados para hacer frente a las adversidades del concurso. Y lo que en un principio parecía un error garrafal se convirtió en un acierto indiscutible. Porque su grupo –Mosquera, Saray, María Jesús, Romina…– fue el que encendió la llama del reality y nos permitió arrancar con valiosas tramas la edición más potente de todas las que he presentado.

Lo demás, ya es historia. No acierto a recordar cuándo el Maestro Joao se convirtió en uno de mis mejores aliados para conducir el programa. Como presentador, voy probando con los concursantes a ver quién me puede dar juego y de qué manera. Vas sembrando y algunas tierras dan fruto y otras se mantienen secas como la mojama. Lo del Maestro Joao ha sido un vergel, un auténtico festín, puritito jardín de las delicias. Se ha despojado de todos los artificios que lo convertían en una antigüalla y se ha ofrecido a la audiencia como un hombre de mundo al que se la pela absolutamente todo. Desconozco cómo ha vivido su orientación sexual. Intuyo que por su edad un poco a escondidas. Pero este reality le ha ofrecido la oportunidad de vivir su condición sin tapujos, y nos ha brindado un repertorio de mundología extraído de bares y noches digno de pasar a la historia del mejor humor LGTBI.

Algunas de sus expresiones son más antiguas que el hilo negro, pero ahí radica su grandeza. Sus “yo soy como la Paramount” y sus sentidos “oi, oi, oi…” son ya clásicos en reuniones absurdas y desenfrenadas. Trabajó como teleoperador y de transformista imitando a Rocío Jurado. Se le nota curtido por haber batallado con público noctívago y jaranero. Creo que cuando salga seremos amigos.

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