Nervioso, pero sin ocultar su orgullo, llegó Manuel Benítez a la plaza de toros de Jaén, en uno de los días más importantes en la vida profesional del torero: su retirada. Su hijo, del que renegó durante más de medio siglo, Manuel Díaz, se despedía de los toros y él iba a ser el encargado de cortarle la coleta.