Isabel Pantoja frente a Isa: el pulido arte de decepcionar constantemente a una hija

Isa Pantoja se casó y no tuvo a su lado a su madre. Isabel Pantoja es una verdadera experta en el dolorosísimo arte de decepcionar a su hija pequeña

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foto autor Conchi
Conchi Álvarez de Cienfuegos

Redactora Jefe de Clara Corazón

Cuando Isa Pantoja (27 años) avanzaba por el pasillo hacia su ya marido, Asraf Beno (27 años), lo hacía del brazo de Jorge Javier Vázquez, casi un padre forzoso para ella. Él la ha arropado cuando ha estado sola y, por supuesto, cuando le pidió que fuera su padrino, él se sintió halagado y feliz. Por el contrario, a Isa no la vio casarse su madre, Isabel Pantoja (67 años), la mujer que tanto repitió que la quería y que se desvivía por ella. Esta es una decepción más en una lista que parece no tener fin.

maria del monte isa pantoja
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María del Monte, la primera decepción

A Isa Pantoja la hemos visto crecer. La hemos visto  de vacaciones y vestida de flamenca yendo de los brazos de su madre a los de su madrina, María del Monte. Quizás ahí podemos encontrar la primera vez que Isabel falló a su pequeña del alma. Cuando la relación entre ambas artistas se enfrió hasta convertirse en algo helador, la niña dejó de tener contacto con una de las mujeres que había estado a su lado desde que era bebé. ¿Qué había pasado con 'Nana'? ¿Por qué ya no la veía tanto como antes? En el momento que la amistad entre ambas se acabó, Isabel Pantoja también eliminó todo vínculo de María con sus hijos. Y eso fue una bomba atómica para todos.

Dulce Delapiedra, la niñera que siempre fue mucho más para Isa Pantoja

Los años pasan y la figura de Dulce empieza a cobrar una importancia fundamental en la vida de Isa Pantoja. Su niñera se convierte en alguien fundamental para ella. Va de su mano a la escuela y es la misma mano que la recoge cuando acaban las clases. Se sienta con ella a que termine los deberes, le da la merienda y le peina su oscura cabellera. El grado confianza con ella es absoluto. Delapiedra no dudará en referirse a Isa como “mi niña”; y es que la ha criado y la siente muy próxima. Pero la decepción volvió a golpear a Isa.

En 2012, la niñera debía coger una baja médica debido a unos problemas en la espalda  y esto no cayó bien en la familia Pantoja. En 2014, Isabel, incapaz de comunicarle su decisión, envió a su hermano Juan para que la informara de que prescindían de sus servicios. Por supuesto, tampoco viviría con ellos. Se vio en la calle y, aún en una situación tan precaria, lo que más le agobió fue que dejaba a Isa Pantoja 'sola' en Cantora. Con 17 años, aislada y embarazada.

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"Isa no tenía dinero ni para pañales"

 “Ella se quedó sola, con una mano delante y otra detrás”, diría Dulce Delapiedra de su niña. Y es que en ese 2014 repleto de vaivenes emociones, Isa Pantoja haría las maletas y se marcharía de la claustrofóbica Cantora. No podía más. Sentía que se ahogaba. Entonces, se fue a vivir con Dulce, que aún estaba recomponiendo su vida tras su despido. Con ella pasaría los días entre semana y con su madre, los sábados y los domingos. Pero acceder a la libertad y renunciar a la vigilancia extrema de mamá no iba a ser fácil. Acceder a esto suponía correr con una serie de contrapartidas, como por ejemplo, renunciar al respaldo económico familiar. “Isa no tenía dinero ni para pañales”, diría Dulce en ‘Supervivientes’.

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Un salto a la valla de Cantora y otros intentos de Isa Pantoja por acercarse a su madre

Isa Pantoja he hecho esfuerzos titánicos para recuperar una relación madre e hija que hace aguas desde una década atrás. La ha excusado de todas las maneras posibles y le ha lanzado infinitos capotes. Siempre tratando de entenderla, siempre poniéndose en su lugar; pero siempre dándose de bruces con la realidad. Y esta ausencia en el día más feliz de su vida, esa boda que llevaba meses planeando y que tanta ilusión le hacía era una muesca más en un cinturón que hace tiempo que le aprieta.

Cuando su madre no le cogía el teléfono después de que Kiko Rivera protagonizara ‘La herencia envenenada’, Isa Pantoja llegó a saltar la valla de Cantora. Quería hablar con su madre, sin intermediarios de ninguna clase. No lo consiguió. Se jugó la vida y no lo consiguió. Caminó más de un kilómetro de noche, sin luz, y su madre no se sentó a charlar con ella. “Mi madre no está bien”, decía tímidamente a la revista Lecturas. Una disculpa eterna, que siempre acaba en súplica. En esperanza. En una promesa de futuro en la que Isabel Pantoja recogiera al hijo de Isa del colegio, le llevara a merendar y después pasaran la tarde juntos y acabaran dormidos de tanto hablar. Y, entonces, la novia en capilla sería feliz, porque, al fin, habría logrado romper la maldición de la decepción; pero, sobre todo, habría logrado lo más importante, que su madre no decepcione a su nieto.

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