Leonor ha sido instruida sobre la relación de Catalunya con la corona y nada le ha cogido por sorpresa”, me informa una persona que ha estado cerca de la Casa Real durante años, aunque ahora “ya no pinto nada”, me descubre con resignación.

“Sabe las responsabilidades que conlleva ser princesa de Girona, como enfrentarse a actitudes hostiles, no a ella, sino a la corona que representa y heredará, y también conoce qué es la libertad de expresión, eso se lo enseña muy bien su madre, doña Letizia”.

Mi interlocutor admite que “don Felipe se crió entre algodones, fue un niño mimado que no tuvo que enfrentarse a las dificultades con las que se encontrará su hija”. Y el hombre reflexiona en voz alta: “Lástima que no dejen intervenir en su educación a don Juan Carlos, que le podría contar su experiencia con grupos de falangistas que le tiraban tomates podridos y le gritaban: ‘no queremos reyes idiotas’, ¡y el episodio con los abertzales en Gernika!”. Suspira: “¡Cómo me gustaría que el rey emérito tuviera más trato con su nieta, su consejo le enriquecería!”. Estamos comiendo y, mientras pincho una hoja de lechuga, pregunto como quien no quiere la cosa: “¿Es que no tienen trato?”. Largo silencio… “No, don Juan Carlos y doña Sofía solo ven a sus nietas en actos oficiales… Pasan meses enteros sin encontrarse”.