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De todos los años que llevo presentando 'Supervivientes' –y ya son unos cuantos- esta es, sin lugar a dudas, la edición más vertiginosa. No ha habido ni un solo programa en el que hayan dejado de suceder cosas. La gala del jueves adquirió proporciones épicas cuando vimos a José Luis –que acababa de sufrir un cólico nefrítico- escuchar el veredicto de la audiencia enganchado a una vía que sujetaba el peluquero Juan Miguel. Televisión en estado puro.
Inexplicable sensación de vértigo cuando asistes a situaciones nunca vistas que no sabes cómo pueden acabar. En definitiva, pura vida. El programa finalizó con la expulsión de Edmundo, al que recibiremos en plató. Hay participantes que hacen mejor concurso fuera que dentro. Este ha sido el caso de Edmundo. Su presencia en el programa sirvió para calentar el estreno de la edición y para rellenar horas y horas de platós de televisión. Además, el ictus sufrido por María Teresa Campos otorgaba un plus de interés a su participación en el reality. Lo que sucede es que Edmundo no ha ido a concursar. Todavía no sé muy bien a qué ha ido y estoy deseando preguntárselo pero el hecho de que en Honduras asegurara que lo mejor que le podía pasar es que le confinaran a la casa del árbol no parece buen argumento. Porque a la casa del árbol se envía a los expulsados y en ningún caso acabar en esa localización puede considerarse un premio. Ir a Supervivientes implica luchar por quedarse, participar activamente en las actividades que propone la isla y convivir. También convivir. Aunque te duela. Aunque los que te rodeen te parezca que chillan mucho o que tienen poco que ver contigo. Suspirar por acabar en la casa del árbol no es una buena opción. Al contrario, es una opción muy cómoda. Fue Terelu la que dijo en Sálvame que Edmundo no debería haber ido a Supervivientes por todo el jaleo que ha acarreado su participación. No me atrevería a decir yo tanto, pero me gustaría explicarle a Bigote que si lo que quería era estar solo existen agencias especializadas que te montan viajes a medida a parajes inhóspitos y poco habitados. Y con la gran ventaja de que no te están grabando todo el día. Porque Edmundo, seamos claros, no lo ha puesto fácil: conexiones en directo en las que aparecía tapado hasta los pies y escasa –por no decir nula-participación en la palapa. En cualquier caso, hoy seremos todo oídos. A ver por dónde sale.