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¡No quería, eh, pero no puedo callar lo que sé! El pobre Ortega Cano desmiente con voz rota de cansancio que Rocío pretendiera separarse, dice que no era cierto, que nunca hablaron de eso porque se querían con locura ¡y tiene razón! Es decir, tiene razón porque él no sabía que su mujer había pensado en el divorcio. Poco después de la entrega de las Antena de Oro, donde un Ortega muy a gustito había recogido su premio de manos de Marta Robles (sí, hay vídeo), el matrimonio fue a cenar con su gran amigo Luis Sanz, que iba con su marido, Paco Belinchón. Rocío se mostró toda la noche molesta y malhumorada. Cuando Ortega se fue al lavabo, los amigos le preguntaron qué le pasaba y ella les contó que su marido había desaparecido después de la gala y que no sabía donde había estado toda la noche. Sanz le dijo: “¿Qué piensas hacer?”. Rocío bajó la mirada y suspiró: “No sé. No estoy segura, pero voy a estudiar la posibilidad de separarme…”. Regresó Ortega, a Rocío se le detectó la enfermedad y José se convirtió en el más abnegado y cariñoso de los maridos. Nunca se habló de separación. Pero Sanz consignó la conversación que acabo de relatar en sus legendarias y nunca publicadas memorias, que cada noche leía a sus amigos por teléfono.