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Me ha dado penica –que diría mi madre– ver a Pedro Sánchez conteniendo los pucheros cuando anunciaba que dejaba su acta de diputado. Hemos hablado alguna vez por teléfono y nos hemos mensajeado. No creo que él haya sido tan desastre como dicen. Lo que pasa es que el partido entero está hecho unos zorros.
No sé si ha sido buena idea acercar tantísimo la política a los ciudadanos por medio de la televisión. Porque antes ibas a votar y lo hacías, pongamos, por Felipe González, y depositabas tu voto tranquilo porque desconocías a la gente que iba detrás de él en las listas. Pero, ahora, con la cantidad de programas de política que se emiten, los partidos no dan abasto y tienen que recurrir a su fondo de armario para rellenar sillas. Y creo que eso está siendo catastrófico porque conforme vas conociendo a sus diputados, coordinadores o portavoces se te cae el alma a los pies.
La política se ha convertido en un refugio de profesionales de medio pelo que se encuentran cómodos refugiados en un grupo a menudo mediocre y con escasas perspectivas de futuro. En cuanto a Pedro Sánchez, si lo tuviera delante, le recordaría aquello de que no insista más, la fiesta terminó.