La situación con mi hermana es triste y dolorosa

Por un lado, he salido con un sabor agridulce. Dulce por ver a mi hermana, a la que quiero con locura y que ha estado y estará siempre en mi vida. Por otro lado, agrio, porque no es una situación cómoda para mí. Si alguien me hubiera dicho que algún día me vería en un programa de televisión hablando de si tengo un problema con mi familia, mucho menos con mi hermana, me hubiera parecido impensable. He querido explicar que el hecho de que mi hermana, mi hija y yo estemos delante de las cámaras, de alguna manera, ha complicado nuestra relación. No es lo mismo que Carmen estuviera detrás dirigiendo, mi hija fuera de esto y, de pronto, todas en lo mismo, con la televisión que hacemos todos hoy en día. Repito, la que hacemos todos, para que nadie se sienta ofendido, ni dolido, ni aludido.

Echo mucho de menos muchas cosas que mi hermana y yo habíamos recuperado hace años cuando José Carlos apareció en nuestras vidas y lo hizo, además de para hacer feliz a Carmen, para unir aún más nuestras vidas. Siempre hemos sido una familia muy unida, independientemente de que hayamos pasado veranos juntos o separados. Durante muchos años nunca pasaba el verano con mi hermana, y de eso no se acordará mucha gente.

Me hubiera sido más difícil recuperarme de mis enfermedades si no hubiera tenido el bastón de mi hermana y de mi cuñado. Sé que entre hermanos no hay que agradecer esto de una forma especial, aunque yo siempre lo he hecho y siempre lo haré, porque así lo siento. Por eso la situación, digamos, incómoda que vivimos en algún momento me causa dolor, pero, sobre todo, me provoca muchísima tristeza. Echo de menos tantas noches con mi hermana y mi cuñado en su casa durmiendo allí, liándola parda con la alarma cada vez que me levantaba... Son detalles que manifiestan la unión especial que hemos tenido siempre, pero más en los últimos años.

Recuerdo salir de trabajar de Telemadrid y estar mi hermana esperándome en su casa para darme de cenar a las doce de la noche, quedarme a dormir o ir a ver las galas de ‘GH’ o de ‘Supervivientes’ e irnos al día siguiente por la mañana al mercadillo. Sé que todo volverá a su ser y que nada que ha pasado es tan grave. No lo es, pero no por ello deja de ser triste y doloroso. Al final aquí no hay un culpable. Todos somos responsables. Cada uno en su medida: yo en la mía, ella en la suya y mi hija en la suya, también. Hay veces que el ímpetu de los jóvenes nos lleva por delante en el mejor sentido. Carmen tiene muchísimos valores, pero es una persona susceptible, y eso no es malo. No podemos elegir cómo somos, y eso no nos hace ni mejores ni peores. Carmen y yo somos muy diferentes, pero hasta que no hemos estado en la misma circunstancia pública, en un programa de televisión, no se ha hecho evidente lo distintas que somos. Así somos nosotras día a día, en nuestra relación de hermanas.

La televisión ha complicado la maravillosa armonía familiar. Nunca diré a mi hermana ni a nadie de quién tiene que ser amiga, porque yo no permitiría que nadie me lo dijera a mí. Intento tener una premisa en la vida: no hagas lo que no te gustaría que te hicieran. No me han criado ni en el odio ni en el rencor, pero no por eso puedes permitir que siempre te den en el mismo sitio y que no te duela. Eso es imposible y no hay ser humano que lo soporte. Quedan pocos días para que acaben las vacaciones de verano y espero tener esa conversación con mi hermana con la tranquilidad y la sinceridad con la que siempre lo hemos hecho y con el amor que nos tenemos. Carmen, cariño: “Necesito tanto como tú recuperar lo maravilloso que hemos construido en los últimos años y es indispensable para mí recuperar, también, a tu marido”.