Las cara visible de las Casas Reales europeas son (aunque parezca una obviedad) sus miembros. Felipe y Letizia, junto a la princesa Leonor y la infanta Sofía, Alberto y Charlene de Mónaco junto a las hermanas del príncipe, Carolina y Estefanía, Mette-Marit y Hakoon de Noruega o los reyes Guillermo Alejandro y Máxima de Holanda son figuras públicas que se encargan de promover y ensalzar su institución, a la vez que se vuelcan con iniciativas muy importantes para sus respectivos países.
Sin embargo, detrás de los eventos, viajes y estilismos, hay todo un entramado de trabajadores que se dejan la piel para que todo salga como es debido. Cocineros, ayudantes de cámara, responsables de agenda, chóferes, personal de seguridad o administrativos que llevan a cabo sus tareas con el único objetivo de que todo este a la altura de la Corona.
"Hablar de protocolo en las Casas Reales es sumergirse en una coreografía invisible donde cada gesto, uniforme, saludo y palabra tiene un propósito. Pero si el protocolo hacia fuera es visible, el protocolo interno, el de quienes trabajan para estas instituciones, es, sin duda, el más férreo y menos conocido", comienza diciendo María José Gómez Verdú, experta en protocolo.
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Fue ella la que habló con la revista Lecturas sobre el código de conducta que marca las acciones de los equipos que trabajan en la Casa Real española. "La idea romántica de una corte llena de reglas no escritas ha dado paso a un modelo basado en principios jurídicos claros, y sobre todo, en una ética profesional de enorme exigencia", explicaba. Unas reglas que se basaban en ideas como la lealtad o la transparencia.
Pero, ¿este código se aplica en otras monarquías? ¿Qué pasa con la Casa Real británica? ¿Las normas son las mismas? ¿Tienen más prohibiciones? ¿Hay curiosidades que no existen en los trabajadores de nuestra familia real? La profesional nos ha sacado de dudas con un análisis exhaustivo de los Windsor.
Las normas de la Casa Real británica
"Al comparar a los trabajadores de la Casa Real española con los de la Casa Real británica, se revela no solo una diferencia de normas, sino dos concepciones culturales del servicio, la jerarquía y la tradición", explica Verdú. De esta manera, la principal distinción entre las dos Coronas es una cuestión teórica.
"En Buckingham Palace trabajan cerca de 1.000 personas, y su estructura está jerárquicamente organizada en departamentos como The Royal Household, que incluye desde mayordomos, ayudantes de cámara y lacayos, hasta jardineros, cocineros y archivistas. La Casa británica emplea incluso a palafreneros y mozos de cuadra reales, dado que aún mantiene tradiciones ecuestres activas", ha dicho María José.
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Al entrar a formar parte de uno de estos departamentos, todos ellos deben aceptar una serie de normas. "Uno de los aspectos más llamativos es el rigor contractual y normativo: quienes trabajan en Buckingham deben firmar acuerdos estrictos de confidencialidad que continúan vigentes incluso después de dejar el empleo", ha señalado la experta.
Algo que también pasa en la Corona española. Otro punto común es que "no se permite tomar fotografías dentro del palacio, ni revelar detalles de la vida interna, los horarios o las costumbres de los miembros de la familia real. Las redes sociales personales están profundamente controladas".
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Los límites a los trabajadores no se quedan ahí. "Existe un sistema de protocolo espacial muy definido: muchos trabajadores tienen zonas restringidas por las que no pueden circular, y, en algunos casos, incluso deben caminar en dirección contraria o por pasillos ocultos para no coincidir visualmente con un miembro de la realeza", ha desvelado Verdú. Esta medida, "que a ojos contemporáneos puede parecer extrema, se basa en una lógica de 'servicio invisible', una idea muy arraigada en la monarquía británica", ha explicado la profesional.
Un claro ejemplo de este servir sin ser visto es el del 'Page of the Backstairs', "una figura que actúa como asistente personal y que coordina entre bastidores cada movimiento de los miembros reales, garantizando que todo fluya sin tropiezos. Estos empleados viven, literalmente, entre bastidores", ha revelado.
Las diferencias con la Corona española
Aunque tanto la Corona española como la inglesa tienen puntos comunes, hay otros en los que no coinciden. El número de estos trabajadores es uno de ellos. Como hemos dicho, los Windsor tienen unas 1.000 personas empleadas, mientras que "la Casa Real española, con sede en el Palacio de la Zarzuela, emplea a unos 150 trabajadores, una cifra significativamente menor". Esta cifra es "un reflejo de una monarquía con un aparato institucional más austero y adaptado al contexto político de una democracia parlamentaria joven".
En cuanto a la organización, Felipe y Letizia no cuentan con esos departamentos británicos, sino que "la estructura laboral se organiza más por funciones civiles: secretaría, seguridad, comunicación, servicio doméstico y protocolo". Otra diferencia es que aunque "existen normas de discreción y representación, el acceso y la interacción con los Reyes es más cercana. El protocolo no busca tanto ocultar como ordenar y armonizar", ha indicado María José.
Casa Real
Las vestimentas de los trabajadores también es un punto de distinción entre ambas Casas Reales. "A diferencia del vestuario británico, donde muchos empleados aún llevan uniformes con coletas, guantes blancos o frac, según el rol, en la Casa española prima la sobriedad: trajes oscuros, discretos, más funcionales que ceremoniales. No hay lacayos con librea, y el trato con los miembros reales, aunque respetuoso, es menos escenificado", ha afirmado la experta.
Curiosidades de los trabajadores de la Casa Real inglesa
Adaptarse a estas normas no es algo fácil. Es por eso que, tras años de gran labor, "en Reino Unido, los trabajadores de la familia real pueden ser nombrados condecorados por su servicio, obteniendo distinciones como el Royal Victorian Order, mientras que en España esto es mucho más excepcional", explica Gómez Verdú.
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Viendo toda esta información, parece claro que "la Casa británica funciona como un reloj suizo simbólico: cada trabajador es una pieza discreta, muchas veces invisible, que contribuye al mito de la monarquía como institución sagrada. En España, el protocolo de sus trabajadores responde a una lógica más institucional, moderna y funcional: hay formalidad, sí, pero sin el peso del espectáculo", ha aclarado la experta.
Para concluir, María José deja claro que "ambas estructuras, tan distintas, nos recuerdan que el protocolo no es solo una norma: es un reflejo de la historia, el poder y el modo en que una nación concibe su identidad".