Hablando de otras cosas, por fin, ha empezado ‘Supervivientes’. Siempre me ha apasionado ver el primer programa. El ser humano tiene algo de perverso y de malvado. El momento en el que se tiran del helicóptero tiene dos alicientes: el de la emoción y el de ver si se pegan una hostia. Toda la vida me he reunido con amigos para verlo. Cuando veo a Kiko Matamoros allí tengo un sentimiento especial y diferente. Por primera vez, veo su fragilidad, su aparente fortaleza, pero también veo su interior. Cuando lo vi tirarse del helicóptero era como ver algo mío y me sale el instinto de protección por si le fuera pasar algo. Cuando se tiró me quedé tranquila porque no se escoñó. Lo veo desubicado, lo mismo que le pasó a Mila cuando estuvo allí. Eso ha hecho que se me coja un pellizco en el estómago. Sé que ella lo pasó muy mal, pero fue capaz de remontar y disfrutarlo. Espero que a Kiko le pase lo mismo. Él lleva en su pensamiento a Mila y la va a recordar mucho estando en la isla. Creo que para él es una prueba ante el público y ante él mismo. Separarse de su novia, Marta, es lo más difícil para él en este momento, aunque os cueste creerlo. No sé si sienten dependencia, pero su relación tiene un punto infantil. Eso es hermoso a los 65 años. Al final, los niños son los seres más felices porque no tienen cargas y viven limpios. Marta tiene una admiración hacia él increíble. Sé que no hará nada que le pueda dar a él ni un minuto de sufrimiento. Marta hará su vida, pero, conociéndola como la conozco, saldrá por el día pero rara vez la veremos salir por la noche sin Kiko. Nadie la obliga a hacerlo, pero es decisión propia. No hay nada mejor que uno haga lo que cree y quiere hacer. Kiko, te deseo toda la suerte del mundo. Espero que te pongas al límite y nos des un buen programa. Deseo que vuelvas dentro de mucho tiempo.