Hay que vivir la manifestación del Orgullo LGTBI+ una vez en la vida al menos

Qué maravilla ver a esas familias con sus niños pequeños disfrutando y a todas esas personas que salen a la calle para reivindicar la naturalidad y lo que tiene que ser normal. Fue un baño de multitudes. Ver a toda la gente desde arriba saludándome, gritando mi nombre, dibujando corazones en el aire o tirándote besos es la mejor recompensa a tu trabajo. No pude evitarlo y me puse a llorar. ¡Vaya fin de semana de lloros que he pasado entre la boda y esto! Eran lágrimas de emoción.

Mi hija me miró alucinada y me dijo: “Eres la puta ama”. Aunque suele vanidoso, me gusta recordarlo. Para mí es un esfuerzo porque son muchas horas. Conseguí sentarme en una nevera y ahí me tiré gran parte de la noche. Me bañaron de agua sin darme cuenta, pero daba igual, era celebración y diversión. A lo largo del recorrido reconozco las caras de compañeros de trabajo y de mi sobrino, José, con su mujer. Ojalá que –aunque se llegue a esa igualdad, que ya debería existir– se siga celebrando este día por muchos años de solidaridad y de libertad. El día que esa igualdad se consiga también lo celebraremos. Fue maravilloso y volvería una y cien mil veces más.

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Por cierto, no quiero acabar sin opinar sobre el discurso de Isabel Pantoja. Creo que ella es una mujer que ha amado libremente y no por hacerlo hay que darle tres cuartos al pregonero. Cada uno ama como quiere a quien quiere y nadie tiene derecho a etiquetarnos. Ella no tiene que hacerlo con nada ni con nadie. Isabel agradeció lo que el colectivo LGTBI+ ha significado en su carrera profesional, porque ha sido mucho, e ir a recoger ese premio fue su mayor agradecimiento. Ella era una más como todos lo somos junto a ellos.

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