Don Juan de Borbón ha muerto. Así abrieron todos los telediarios el 1 de abril de 1993, hace ahora justo treinta años. Padre de rey, hijo de rey, él no lo fue nunca, aunque, por imperativo de su hijo Juan Carlos, está enterrado en el Panteón de los Reyes del Escorial bajo una losa de mármol en la que pone Juan III. Murió a las tres de la tarde en su pequeña habitación de la planta sexta de la Clínica de Navarra rodeado de sus tres hijos, Pilar, Juanito y Margot, su nuera Sofía, su yerno el doctor Zurita, que había abandonado sus ocupaciones para cuidarlo los últimos meses, el jefe de su casa y su secretaria.

Pocas semanas antes le había pedido a su médico, el doctor García Tapia, una pizarra, ya que tenía cáncer de laringe y no podía hablar y lo primero que escribió fue: “Estoy cansado y veo como una liberación el día en que suelte mis ataduras”. Y también: “A las enfermeras, cuando me muera, les dais cinco pesetas a cada una”.

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Diciendo adiós a don Juan

En esa misma habitación su nieto Felipe le había comunicado que había roto con Isabel Sartorius, una relación que no gustaba a su abuelo y que le había con estas palabras: “¿Crees que vas a tener todas las ventajas de ser príncipe de Asturias y ninguno de sus inconvenientes?” Su mujer, doña María, lo visitaba con gran dificultad una vez a la semana, se desplazaba en silla de ruedas, a la que sus nietos llamaban la “mimimovil”, y él hacía el esfuerzo de acompañarla hasta el ascensor y le besaba caballerosamente la mano. Al final Juan Carlos se instaló de forma permanente en el Hotel Blanca de Navarra, según se dijo acompañado de su novia mallorquina que, como es natural, lo esperaba en su habitación mientras él visitaba a su padre.

Don Juan de Borbón

En sus últimas horas, don Juan le decía a su hijo que prefería un entierro en el mar porque quería un funeral alegre

Gtres

Monarcas espiados

Conocemos casi todo lo que ocurrió esos meses porque el CESID había instalado micrófonos en la habitación y luego las cintas recorrieron todas las redacciones. Sabemos que María telefoneaba a diario y le contaba que “hoy hace fresquito”, que Juan Carlos llamaba a su hijo Felipón, que reñía a Elena porque no había ido al médico después de una caída de caballo, que el padre le decía que prefería un entierro en el mar porque quería una funeral alegre y que el rey contestaba entre risas y lágrimas, “oye, papá, joder, que a los muertos tampoco se los lleva a los toros”. También supimos que por las tardes jugaban al mus, que iba Mario Conde a escondidas y que la habitación estaba tan abarrotada que, de vez en cuando, se oía un “¡cuidado!, ¡no os sentéis encima del manto de la virgen del Pilar!”. Se atribuían al manto de la Pilarica propiedades milagrosas y, nada más ingresar en la clínica, la familia lo había pedido ya que también acompañó al padre de Juan, Alfonso, cuando falleció en un hotel de Roma.

Funeral de Juan de Borbón

Juan de Borbón falleció el 1 de abril hace justo 30 años. En su funeral, pudimos ver por primera vez a Juan Carlos I llorar en público

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Resarcido en su muerte

Al viejo luchador, seguramente el hombre de sangre real más desgraciado de su época, lo enterraron con honores de rey, a él, que en vida me había confesado que era un apestado que ni siquiera podía ir a ceremonias oficiales “porque no saben dónde ponerme, tengo menos rango que un subsecretario de estado”. Hacía tanto frío la mañana del funeral que, según me contó el duque de Alba, Cayetana se tuvo que poner los guantes en los pies, porque los tenía congelados, y algunos nobles debieron recurrir a sus petacas de coñac para aguantar la larga misa. Hay dos fotos de ese día que han pasado a la historia: en una está Juan Carlos llorando mientras su mujer lo consuela poniéndole un brazo en el hombro. Pero si vemos el vídeo de la secuencia completa advertimos que, al contacto físico, el rey, incómodo, se aparta para alejarse de Sofía que, acostumbrada a disimular estos desplantes públicos, retrocede rápidamente como si le hubiera picado una avispa para mezclarse con el resto de la familia. La otra foto es de María, la viuda. Condujo su silla hasta el féretro de quien fue su compañero durante 58 años y, al no poder ponerse de rodillas, se cubrió la cara con las manos y se echó a llorar.

¿Habrá ceremonia?

Esperemos que no ocurra en esta ocasión lo que pasó en el 40 aniversario de la muerte de la reina de España, Victoria Eugenia, madre de Juan y abuela de don Juan Carlos. La única que recordó la fecha fue esta cronista y la única esquela que salió en los periódicos fue a mis expensas. “En memoria de S.M. Doña Victoria Eugenia. Esposa que fue de S.M. Alfonso XIII, rey de España, en el 40 aniversario de su fallecimiento. Acaecido en Lausana el día 15 de abril de 1969. En agradecimiento por todo lo que Ena me ha enseñado. Pilar Eyre”, lo que me valió una llamada de reproche: “Nos has hecho quedar mal”. Claro que esa ceremonia en memoria de don Juan de Borbón no tendría sentido si no acude su hijo, el rey Juan Carlos. ¿Asistirían la hija, los nietos, y el único hijo, por quien tanto se sacrificó don Juan, estaría ausente? ¿Como si ya hubiera muerto también? Creo que nadie, ni los más críticos, pondríamos ni un pero a la presencia de Juan Carlos en España recordando al peón sacrificado y al padre querido. Honor obliga. Quizás en Abu Dabi...