En ‘Hay una cosa que te quiero decir’ entrevisté a Sharon Stone, Sofía Loren o Clive Owen, por citar solo a unos cuantos. Pero de todos los momentos que viví en el programa nada como el estremecedor testimonio de Carlos Iglesias. Contó cómo al volver de Suiza a España siendo adolescente –sus padres eran emigrantes– contempló un episodio escalofriante. Nada más poner los pies en Madrid, bajó a jugar con los chavales del barrio y vio aterrado cómo éstos se distraían matando a un perro con una barra de hierro. Había veces que Carlos no podía continuar con la narración de los hechos porque se lo impedía el llanto.

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Han pasado ya varios años y no he conseguido olvidarme de esa entrevista. Me gusta mi país, pero me avergüenza saber que en la Unión Europea estamos a la cabeza de los que más animales abandonamos. El verano es una época propicia para deshacerse de esas mascotas que fueron regaladas en navidades y que molestan cuando llegan las vacaciones. Y también se multiplican a lo largo y ancho de nuestro país los festejos taurinos. No solo en las plazas, sino en las calles. Vemos a toros con fuego en los cuernos, otros lanzados al agua, maltratados, humillados, pisoteándoles la dignidad, que también la tienen. Dicen que muchas familias viven de esos festejos, pero ya no me sirve esa excusa para seguir manteniéndolos. Tendremos que empezar a pensar en cómo ayudarlas a salir adelante porque ya es hora de que en España los animales puedan vivir en paz.