Y cuando menos te lo esperas se sienta alguien en el ‘Deluxe’ y te da una entrevista que desearías que no acabara nunca. Sucedió el pasado sábado con Antonio Canales. Después de su breve paso por la isla apareció en el programa dispuesto a solventar las dudas sobre la presunta estancia de Fidel Albiac en su casa tras el accidente de coche con Rociíto. Las despejó con tranquilidad y explicándose con gran claridad. Rocío Carrasco no mintió. Fidel estuvo, pero Canales no quiso entrar en detalles cuando estaba en Honduras porque deseaba preservar la intimidad de una pareja que desde hace años optó por vivir alejada de la exposición mediática. Luego Antonio comenzó a explicarnos el terrible enganche que vivió durante cerca de dos años a las drogas y ahí ya nos quedamos todos petrificados. Bajó a los infiernos, entre otras cosas, por el abandono de un bailaor. Y relató cómo su adicción lo convirtió en un hombre triste. Derrochó muchísimo dinero, menos mal que su familia estuvo al quite. Pero nos explicó cómo en una noche de juerga vendió un coche que le había costado cien mil euros por poco más de doce mil. O aquella vez que le dio por alumbrar su jardín y se gastó cuarenta y dos mil euros. Habló de bisexualidad, de tristeza, de esperanza. En fin, de la vida. Nos conquistó a todos con su sencillez. Antonio Canales ha sido una figura dentro de su mundo. Todavía lo es y lo seguirá siendo, por supuesto. Pero me gustó muchísimo comprobar cómo en su discurso no había ni un ápice de resentimiento ni de añoranza por el glorioso tiempo pasado. Ese es, sin lugar a dudas, uno de los grandes secretos de la felicidad. Vivir el presente. Canales es hoy por hoy, o al menos lo parece, un hombre feliz.