Hace apenas unos días saltaba la noticia: Pablo Urdangarin había debutado con su equipo, el Nantes, y lo hacía solo y en el banquillo. Un comienzo deslucido del que han corrido ríos de tinta y que, inevitablemente, ha despertado el interés por el segundo hijo de la infanta Cristina, hasta ahora bastante 'desconocido' pero digno de mención y análisis.

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Pablo Urdangarin, de 18 años, tiene dos caras, y nada tiene que ver con el que el chico juegue al ratón y al gato. Más bien se puede decir que su personalidad engloba dos puntos muy distintos que pueden o fascinar o causar rechazo en su familia, o las dos cosas. ¿Es que estamos ante el nieto más díscolo de los reyes eméritos don Juan Carlos y doña Dofía y hasta ahora nadie se había dado cuenta? Díscolo en cuanto a independiente dentro de su encorsetada vida familiar.

Pablo Urdangarin fue el único nieto del rey Juan Carlos que no lo visitó en el hospital cuando fue intervenido del triple 'bypass' y tampoco lo hemos visto en Palma en el verano más atípico de los Urdangarin-Borbón, aunque sabemos que ha estado concentrado con su equipo de balonmano, deporte del que es jugador profesional siguiendo los pasos de su polémico padre, Iñaki Urdangarin, ahora preso, al que por cierto adora.

Y aquí es donde puede venir la otra parte. Pablo a pesar de su juventud está muy centrado en su carrera deportiva y muy comprometido con sus sueños, y piensa seguir creciendo a pesar de las ataduras que supone ser el sobrino de Felipe VI, y aunque ello conlleve estar lejos de su madre, la infanta Cristina, y de sus hermanos Juan, Miguel e Irene. El nieto con más aspiraciones conocidas de Juan Carlos y Sofía y con un futuro ya dibujado, con el permiso de su prima Leonor, claro, futura reina de España.