Es imposible olvidar el abrazo espontáneo que la princesa Leonor (19 años) le dio a su madre, la reina Letizia (52 años), en medio de la recepción tras jurar la Constitución. Un gesto natural e impulsivo que confirmaba que el vínculo entre madre e hija era mucho más especial de lo que pensábamos. Hace unas semanas, la imagen se repetía en el puerto de Panamá. La consorte no dudaba en viajar hasta allí para pasar unas horas con su hija mayor, un apasionado abrazo entre madre e hija que no tardaba en dar la vuelta al mundo.
En un mundo tan protocolario como el de la realeza, estas situaciones tan cotidianas generan mucha curiosidad. Alejadas por completo de las normas, Leonor y Letizia se mostraron como una hija y una madre más. En Lecturas hemos querido tratar la relación entre ellas desde el punto de vista del protocolo gracias a María José Gómez Verdú.
La experta en protocolo y etiqueta recuerda como la monarquía española ha sido una "estructura rígida donde el heredero tenía más peso que la reina consorte". Solo hay que recordar el peso institucional de don Felipe por encima de doña Sofía. No obstante, la llegada de doña Letizia a la Corona lo ha cambiado todo.
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Ahora, esta jerarquía parece haberse matizado, abriendo un debate sobre cómo deben comportarse madre e hija en los actos oficiales. "Si nos fijamos en el pasado, la relación entre el heredero y la consorte estaba marcada por un claro orden de precedencia. Sin embargo, en la actualidad, Leonor no muestra signos de primacía sobre su madre, lo que sugiere un ajuste en la tradición", nos explica.
¿Responde esto a un cambio consciente dentro de la Casa Real o simplemente a la personalidad y visión moderna de doña Letizia? La experta recuerda cómo la mujer de Felipe VI erradicó por completo la reverencia, "uno de los gestos más simbólicos del protocolo real, un acto de respeto y reconocimiento de la autoridad del Rey".
La última vez que vimos a Leonor hacer una reverencia a su padre fue en 2018 en el acto de entrega del Toisón de Oro. Desde entonces, este gesto parece haber sido erradicado, "probablemente por la voluntad de la reina Letizia de modernizar la imagen de la monarquía y eliminar ciertos formalismos", expone Gómez Verdú. La cuestión es: ¿debe Leonor marcar una diferencia en su actitud hacia el Rey y la Reina?
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El problema de la monarquía horizontal
"Desde un punto de vista protocolario, el Rey es la máxima autoridad del Estado, y su hija, como heredera, debería reconocer esa jerarquía", afirma la experta con contundencia. Sin embargo, si la tendencia continúa, "podríamos estar ante una monarquía más horizontal, donde la imagen de unidad familiar prime sobre la rigidez institucional".
Aquí podría surgir un problema en el caso de que la Corona abandone su estructura de presidencias y precedencias, algo que, según Gómez Verdú, son "elementos clave para su estabilidad". "Sin una jerarquía vertical bien definida, la institución puede dar una imagen difusa, generando dudas sobre quién ejerce realmente la autoridad en los actos oficiales".
El desafío de Leonor y Letizia en la Corona
La monarquía tiene forma de pirámide en la que el Rey ocupa ese primer piso. No obstante, el papel de reina consorte podría colocar a doña Letizia casi a la misma altura que Leonor, o incluso superarla, cuando esta cuente con su propia agenda oficial. "Si la heredera y la consorte comparten un mismo nivel protocolario, se corre el riesgo de crear una monarquía más simbólica que funcional, en la que la autoridad del futuro monarca pueda verse diluida", advierte nuestra experta.
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"El protocolo no es solo una cuestión estética, sino un pilar que mantiene el orden dentro de la institución. En otras monarquías, como la británica, la jerarquía sigue siendo incuestionable: el heredero tiene una posición clara sobre la consorte y sus apariciones públicas refuerzan esa diferencia. En España, si este esquema se desdibuja demasiado, podría afectar a la percepción de la autoridad real, debilitando su legitimidad y el papel que juega la institución en el Estado", manifiesta con ejemplos muy claros.
Tras este análisis tan interesante, María José Gómez Verdú hace una reflexión: "El desafío está en encontrar el equilibrio: modernidad sin perder el sentido del protocolo, respeto sin necesidad de gestos que puedan interpretarse como obsoletos, pero sin eliminar por completo el principio de jerarquía. Si la monarquía abandona esta estructura, corre el riesgo de convertirse en un simple símbolo sin peso institucional".