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En el salón del trono del Palacio Real, con solo un gesto de mano, Letizia señalaba donde se podían poner los invitados, cuánto duraba el posado y cuándo debían desfilar, con precisión, pero con amabilidad. Lo que se llama puño de hierro en guante de terciopelo. Al mismo tiempo era capaz de dedicar una frase y una atención particular a cada uno, acordarse del nombre de todos ellos, frenó con elegancia los avances “táctiles” de Biden y tuvo ocasión de demostrar su apoyo al colectivo LGTBIQ+ derrochando simpatía con la pareja homosexual de Luxemburgo.