Jorge Javier Vázquez

Jorge Javier Vázquez

Jorge Javier
Garófano

"Llevo 13 días en casa, la covid me ha dejado aniquilado"

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Jorge Javier Vázquez

Escritor, presentador, actor y productor teatral

Domingo siete de enero, once de la mañana. Escribo en la cama acompañado de tres de mis perros. Llevo sin salir a la calle desde el veintiséis de diciembre por culpa de una covid que me ha dejado aniquilado. Lo sé, soy muy poco original: más de media España está así. Durante estos días he estado más dormido que despierto y el tiempo que no pasaba en la cama lo hacía tumbado en el sofá viendo la tele. 

Cosas de la edad

He disfrutado muchísimo con dos series, ambas de Disney +: ‘Mrs. America’ y ‘El Encargado’, con un Guillermo Francella apoteósico. Cuando veo trabajar a gente como Francella siempre busco su edad. Le faltan dos para cumplir unos setenta años espléndidos. Si cuando yo tenía veinte los de cuarenta me parecían mayorcísimos, imagínate los de setenta. Reconozco mis prejuicios con los años, que achaco a algo meramente cultural. A nuestros mayores les pasó factura la cruda realidad de nuestro país: guerra, posguerra. Ahora que nos cuidamos tenemos que hacer frente a otra realidad: los números dejan de ser representativos para ser meramente orientativos. La gente que va cumpliendo años se revuelve cada vez más contra la realidad establecida: el mercado valora la experiencia pero sigue optando por la juventud. Pasados los cincuenta entras en un territorio de nadie: más cerca de los sesenta que de los cuarenta. Intentan venderte productos que huelen a naftalina cuando lo que te pide el cuerpo es hacerlo gozar y no embalsamarlo. Pero lo que verdaderamente me asombra es que bombardeen con tantísimos productos y estímulos a una juventud injustamente empobrecida. Tenemos a jóvenes pobres que tienen más de un trabajo y a maduros muy bien posicionados económicamente que son incapaces de dejar de trabajar porque no saben qué hacer con su tiempo libre. No veo yo publicidad enfocada a mis potenciales deseos. Por otra parte, es un alivio que se olviden de gente como yo. Más tiempo para dedicar a mi contenido que a mi continente.  

El encargado
El encargado

Una bella reflexión

Todo esto me lo he pensado yo estos días porque no he tenido otra cosa que hacer, y como he tenido tanto tiempo he elaborado una bella reflexión que paso a exponer a continuación y que tiene como colofón el homenaje a Teresa Campos que se ha emitido en La 1. Le he oído decir muchas veces a Nacha Guevara que la vida es como el teatro: naces, te desarrollas y mueres todas las noches. Añado yo: la vida también es como un programa de televisión. Nace, se desarrolla –o no– y termina desapareciendo.Tiene algo nuestra profesión que no es bonito: cuando un programa deja de emitirse lo hace, en la mayoría de las ocasiones, porque la gente no lo ve. Puede que tuviera éxito en otro tiempo. Que conociera épocas mejores. Pero casi siempre, poco a poco, la cruda realidad se va imponiendo: aparece el tedio, la melancolía y, en el peor de los casos, la rutina. El espectador se convierte así en el testigo de una realidad tan natural como dolorosa: el fin. La desaparición. La muerte. Es muy difícil renunciar a un éxito. Y más cuando llevas muchos años en esta profesión y sabes lo difícil que es conseguir uno. Sería precioso decir “adiós” cuando un programa está en lo más alto. Pero quién se enfrenta luego a la incertidumbre. El miedo. O peor aún: la hipoteca. ¿Quién corta una relación sentimental en pleno auge, cuando todavía está enamorado, porque sabe que tarde o temprano ese sentimiento desaparecerá? Conozco un caso y es de película: ‘El marido de la peluquera’. Ella acaba suicidándose en pleno éxtasis amoroso porque no quiere estar presente cuando la relación deje de ser tan idílica. Sinceramente, tampoco lo veo como una gran solución. Pienso en esto y en muchas cosas más mientras veo el homenaje a La Campos. Se habla mucho de su última época en la que se le negó un plató de televisión e incluso mi admirada Mercedes Milá exclamó que no perdonaba que le hicieran algo así. A veces pienso que a los que trabajamos en televisión se nos piden comportamientos excepcionales cuando el final de Teresa Campos es algo que le sucede a miles de profesionales. Las empresas dicen “No” porque tienen todo el derecho del mundo a elegir. Otra cosa es que nos parezca justo o no, pero quién dijo que la vida lo fuera. Lo que no es patrimonio de las empresas de comunicación es decidir con qué se queda y con qué no se queda el público. Y ahí radica el verdadero triunfo de profesionales como María Teresa Campos: pasar a la historia, a la memoria colectiva, por una manera de hacer y, fundamentalmente, de ser. Teresa estaba en un plató de televisión cuando la mayor parte de compañeros de generación estaban ya en sus casas disfrutando o enfrentándose a la jubilación. Ella quiso seguir pero no pudo. Da igual. No es lo más importante de su carrera. Lo esencial es su legado. El profundo amor y respeto por su trabajo. Sus incansables ganas de luchar. Esa manera de hacer televisión que se tiene o no se tiene. Ella, indudablemente, la tenía. De ahí que cuando nos refiramos a ella me parezca más justo hablar de su larguísima época de esplendor –fichó por Telecinco a los cincuenta y pico y venía ya de triunfar en RTVE– en vez de regodearnos en sus ultimísimos años, tan humanos. Por cierto: si hablamos de su última época, que nos sirva para aprender y no para criticarla. Todos, en algún momento de nuestras vidas, tendremos que enfrentarnos al vacío. A ver cómo nos sale entonces la jugada.

Terelu
Rtve

 

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