Jorge Javier Vázquez

Jorge Javier Vázquez

Jorge Javier y Mila Ximénez en Granada

Disfruto con un poquito de caos y un poquito de bohemia

De las muchas cosas buenas que tiene hacer teatro está la posibilidad de recorrer España. Una de las últimas ciudades que hemos visitado es Granada, que es la típica ciudad que te llevan a conocer tus padres de pequeño porque es pecado mortal no hacerlo. Recuerdo esos interminables viajes en coche con toda la familia y recuerdo también lo que me impactó de muy niño la Alhambra y el Generalife. Vuelvo a Granada con Mila y con Cristina y me enamoro de la ciudad. La actuación en el Isabel la Católica sale redonda y lo celebramos cenando en un restaurante desde el que vemos la Alhambra iluminada. Qué barbaridad. Qué afortunados nos sentimos. Luego nos vamos al Templo del Flamenco, que es una cueva que hay en el Albaicín bajo propiedad de unos amigos de mi compañera Inés León. Llegamos cuando el local ya está vacío. Un cantaor y una bailaora nos regalan su arte e Inés se arranca con el “Qué no daría yo”. Mientras contemplo la escena mi mente empieza a comprender a esa gente que apura la noche disfrutando del cante y duerme de día. Me acuerdo de mi padre, que detestaba todo esto que a mí me gusta porque prefería el orden. Yo disfruto con un poquito de caos y un poquito de bohemia. Luego ya Mila se retira y los demás nos adentramos en la noche granadina. Cómo nos lo pasaríamos que al día siguiente Cristina no dejaba de repetir en el coche “Qué felices somos”.

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