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El miércoles P. y yo ponemos rumbo a Barcelona. Me llevo el almuerzo al AVE en un tupper, no confío en las comida de los trenes. Debo llegar puntual a Barcelona porque desde la estación tengo que salir pitando a TV3 para que me entreviste mi queridísima Helena García Melero. Pero el tren empieza a hacer tonterías y se queda parado durante más de veinte minutos. El AVE nunca falla, dicen. Vaya, pues el día que lo hace me toca a mí. Bien. Añadamos un poquito más de estrés a mi vida. Al llegar a Barcelona salimos al trote del vagón, cojo un taxi al vuelo y consigo llegar a TV3 con la lengua fuera. Helena, como siempre, cariñosísima. Mañana viene al estreno. Finaliza la entrevista y me largo al Tívoli porque tenemos ensayo para ajustar las luces. El tráfico de Barcelona, un espanto. El teatro, maravilloso. Llego a la casa de Badalona donde me alojo pasadas las doce de la madrugada. P. me espera preocupado por mi cansancio. La verdad es que convivo con un santo varón.