Steisy: "Mi novio me pegaba palizas y me encerraba con llave"

Tras la chispa con la que nos encandiló en ‘Supervivientes’ se esconde una pesadilla de la que logró salir gracias a su madre

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Patricia Steisy (25) concede a Lecturas su entrevista más descarnada en la que detalla a corazón abierto su dramática historia de pobreza y malos tratos. La extraordinaria dureza de su relato evidencia que, a pesar de no haber ganado el reality, es una excepcional superviviente de la vida. Logró salir del infierno del maltrato en el que ardió durante un año y gracias a ello, salvó su vida y su alma. Reconvirtió aquel dolor extremo en fuerza para sacar a su familia adelante, trabajando como estríper y peluquera, hasta que el programa ‘Mujeres y hombres y viceversa’, en el que participó como ‘tronista’, le dio la oportunidad de buscar pareja. No encontró el amor, pero la televisión le ha dado la oportunidad de tener un presente mejor y un futuro plagado de sueños.

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Una verdadera supeviviente


Te has convertido en una estrella en ‘Supervivientes’. ¿Cómo estás?
Me viene todo muy grande. Cuando la gente me habla por la calle para darme las gracias, no sé qué decir. Sé contestar mejor a una crítica que a una cosa buena.
¿Estás acostumbrada a las críticas?
En esta vida tanto tienes, tanto vales. Yo nunca he tenido nada, siempre he estado por debajo de la gente; en los trabajos me he tenido que conformar con lo mínimo.
¿Con cuantos años empezaste a trabajar?
Con 14 años. Me sacaron del cole, yo no quería estar más allí porque quería trabajar para ganar dinerillo. Mi madre no quería que yo dejara los estudios y me pusiera a limpiar lavabos como ella. Tiene tres operaciones en la espalda y me dijo: “No estoy trabajando para verte así [llora]. Me apuntaron en unos cursos de la Junta de Andalucía de peluquería, sólo se podía entrar con 16 y les engañé; el dueño de la academia hizo la vista gorda, nunca me pidió el DNI. Al mes de estar estudiando, empecé a trabajar en una peluquería. No sabía hacer nada, pero barría pelos, lavaba cabezas y miraba. Trabajaba de lunes a sábado por 150 euros. Me iba a comer a casa de mi tita Piti, se lo agradezco un montón, no teníamos dinero. Con mi primer sueldo, cogí 50 euros y me compré un pantalón y una camiseta y los otros 100 los guardé. No pedía a mi madre ni un duro, no quería ser un cargo para ella.

Puedes leer la entrevista completa en la revista Lecturas.

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