La Capilla de San Jorge, en el Castillo de Windsor, se engalana para el servicio de la boda real. El hijo del príncipe Carlos, nieto de Isabel II, el Príncipe Harry, sienta la cabeza. Considerado el más travieso y díscolo de los dos hermanos, de esa fama poco queda ya. Hoy se casa enamoradísimo de una actriz estadounidense, Meghan Markle, a quien conoció hace solo dos años.

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Los furturos marido y mujer se darán el ‘sí quiero’ ante más de dos mil invitados, aunque solo una fracción de estos podrán almorzar con ellos. Es tradición de la casa real inglesa invitar a un nutrido grupo de personas pero solo a presenciar la ceremonia, estos, después, tendrán que salir del castillo y comer en sus jardines. Así lo manda la tradición.

Desde primera hora de la mañana del día 19 los curiosos se han acercado hasta las inmediaciones del recinto. Los ingleses viven con gran pasión cada acontecimiento que tiene que ver con su familia real, y esta no es ninguna excepción. Además Harry, desde pequeño, con su cara de pillo, siempre ha despertado especial simpatía por el pueblo británico. Ahora lo ven convertirse en un hombre casado, enamorado de la mujer de su vida y la emoción les embarga. Es casi un hijo para ellos.

Muchos, para vivir de cerca el momento en el que vean llegar a los novios y después, ya casados, pasear en carroza por Windsor, llevan apostados a las puertas del castillo desde hace noches. Venciendo el frío y el tedio de las horas sin hacer nada salvo esperar a que den las 12 del medio día del sábado 19.

Como decíamos, la capilla ha sido decorada siguiendo las indicaciones de los novios, que han querido tener muy presente a Diana, madre de Harry, en este día tan especial. Por eso, los futuros recién casados escogieron la flor preferida de Lady Di, la rosa blanca. El templo se ha decorado siguiendo esta premisa y hoy lo descubríamos radiante y romántico. Un enclave de auténtico ensueño para la que será una boda de cuento de hadas.