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Yo no sé si Carmen Borrego se ha enterado de que las mismas manos que le acaban de operar la papada y otras cosas son las mismas que intervinieron nada más y nada menos que a todo un presidente de la Generalitat. Sí, Jordi Pujol fue un día a la consulta del doctor Javier de Benito, y le dijo: “Oiga, tengo solo sesenta años y mi mujer me reprocha que parezco mayor. A mí, me da igual, pero quiero tener una imagen adecuada al gran país que represento. ¿Qué tengo que hacer para rejuvenecer?”. Y el doctor de Benito fue muy claro: “Operarse las ojeras”. Dicho y hecho, y el President no solamente no lo ocultaba, sino que enseñaba la técnica a todo el que quería escucharlo y se lo recomendaba a los hombres de su gabinete. La primera foto que se hizo Pujol con su nuevo aspecto, donde también se le veía el pelo más oscuro gracias a las buenas artes del peluquero Iranzo, que compartía con don Juan Carlos, se la envió a de Benito cariñosamente dedicada, con la advertencia: “Póngala usted en un sitio visible, que yo estoy muy orgulloso de haberme operado… ¡por Catalunya!”. Y no fue el único famoso. He conocido en casa del doctor –un espléndido dúplex en la calle Muntaner lleno de obras de arte que compartía con su entonces mujer, la espectacular médica zaragozana Rosina Malumbres– al actor de Hollywood Ben Gazzara, que se hacía líftings en pareja, él y su señora. Y también atendía a la exigente familia del rey Fahd, a Gina Lollobrigida, periodistas, cantantes y la mitad de los apellidos bien de Barcelona; la otra mitad los hace Vila Rovira y la otra mitad el doctor Tapia… (aviso, soy de letras).