Mel Robbins, experta en crecimiento personal: “Cambiar nunca es pan comido. Si fuera fácil y divertido, esa persona a la que tanto quieres ya lo habría hecho”

Cuando quieres a alguien, quieres lo mejor para él. Pero desear que cambien y mejoren puede llevarte a insistirles y presionarlos, algo que, según Mel Robbins, no sirve de nada

Celia Pérez
Celia Pérez León

Periodista especializada en lifestyle y cultura

Mel Robbins
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Aquí va la cruda realidad: cambiar a los demás no está en tus manos. Es más, como afirma Mel Robbins, experta en crecimiento personal y autora de La teoría del Let Them (Libros Cúpula), las últimas investigaciones apuntan que “la motivación de cambio debe ser intrínseca”. Debe venir de uno mismo.

Esto significa que insistir a alguien en que cambie de hábitos, de comportamiento o en cualquier otra área de la vida no te va a servir de nada. Vas a perder tiempo y energía. Y, además, asegura la experta, empeorarás tu relación con esa persona. De hecho, presionar a otra persona para que cambie puede ser incluso contraproducente, haciendo que el otro se cierre aún más a la posibilidad de cambiar. Por suerte, hay una solución. Inspirar en lugar de criticar.

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Lo haces con buena intención

Lo haces con buena intensión. Nadie puede ponerlo en duda. Sería una locura que lo hicieran. Si dedicas minutos de tu vida a explicarle a una persona por qué debería bajar de peso, hacer más deporte, estudiar más o centrarse en sus objetivos, es porque desea lo mejor para esa persona.

Mel Robbins lo sabe. “Desear que alguien que queremos cambie a mejor, que sea más feliz o que tenga una vida más sana, es normal. Es bonito que deseemos que les vaya bien, que seamos capaces de ver posibilidades que ellos no ven”, escribe en su libro.

El problema, continua la experta, “no reside en desear que alguien cambie, sino en la forma en la que encaramos el asunto”. ¿Cómo lo haces tú? ¿Hablas con la persona sobre lo que piensas? ¿Le insistes una y otra vez en lo importante que es que cambie? ¿Pones los ojos en blanco cada vez que repite ese comportamiento que sabes que es malo para ella? ¿Le regañas, criticas y atacas, de forma directa o con comentarios pasivo-agresivos para que entre en razón? Da igual si es tu hijo, tu marido, tu amiga. Lo cierto es que “la gente solo cambia cuando quiere hacerlo”, escribe Robbins.

Es por eso por lo que cuando le preguntan, en sus muchas charlas y conferencias, “¿cómo puedo hacer que alguien cambie?”, su respuesta es siempre la misma: “No puedes”.

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El cambio no es fácil

La primera razón por la que insistir a alguien en que cambie no sirve de nada es porque, sencillamente, el cambio no es fácil. Quizá le digas a tu pareja, “ojalá te cuidarás más”. Y te escucha, te entiende. Pero cambiar no es fácil. Y por más que se comprometa en tener en cuenta tu petición, del dicho al hecho hay un trecho, como dice nuestro siempre bien afilado refranero.

“Entiendo que tengas la mejor de las intenciones”, escribe Robbins, “pero no va a funcionar”. La razón, nos explica, es sencilla. “Siempre que vamos en contra de la naturaleza humana, perdemos”.

Los adultos solo cambian cuando quieren hacerlo

“Cambiar no es nunca pan comido”, explica Robbins, “si fuera fácil y divertido, esa persona a la que tanto quieres ya lo habría hecho”. Quizá pienses que aunque no puedes obligar a nadie a cambiar, sí puedes motivar a quienes quieres a ser mejores. El problema, asegura la experta, es que esto no funciona. La motivación nunca puede venir de fuera.

“Deja de motivar a la gente”, escribe la experta, “porque según las investigaciones, la motivación de cambio debe ser intrínseca”. Motivar a los demás, por tanto, no funciona.

La palabra motivación nos fascina, pero no es fácil encontrarla. “El problema de la motivación es que nunca aparece cuando más la necesitamos”, expone la autora. Y dado que no podemos motivar, lo único que hacemos es presionar. Y “presionar a alguien solo genera resistencia en esa persona”. No la estás motivando, estás haciendo justo lo contrario.

El ser humano está diseñado para inclinarse hacia lo que le hace sentir bien

No podemos negar que los cambios, por norma general, implican procesos desagradables. Para bajar de peso, hay que hacer ejercicio. Para aprobar una carrera universitaria, hay que estudiar todos los días. Para ser más amable con los demás, hay que dominar las emociones. Todo cambio requiere, inevitablemente, esfuerzo. Y el esfuerzo, para el cerebro humano, es desagradable y doloroso.

Así lo asegura el psiquiatra de Harvard Alok Kanojia, que colabora con Robbins en su libro para explicarnos por qué “presionar a los demás es contraproducente”. Su explicación es que este esfuerzo “no se alinea con la forma de ser de las personas”.

“El ser humano siempre va a preferir lo que le resulta placentero en el presente y a evitar lo que le resulta doloroso o difícil. Por ende, en el momento, cambiar cuesta mucho trabajo y resulta muy duro”, escribe la autora. Esta es la razón por la que nadie está motivado para cambiar, ni siquiera cuando son plenamente conscientes de que es lo mejor a largo plazo.

Cada persona en el planeta se cree la excepción a las consecuencias negativas

Otra razón por la que nos cuesta tanto cambiar es esta: todos nos creemos la excepción a la regla. Así lo confirman las investigaciones de la doctora Tali Sharot, neurocientífica y directora del Laboratorio del Cerebro Afectivo en la University College of London, y colaboradora de Robbins en este libro.

“La gente se cree que las advertencias, las amenazas y los riesgos conocidos no les afectan a ellos, en particular”, explica la experta. “Todos nos creemos la excepción a las consecuencias negativas, lo cual explica por qué tus lágrimas, ruegos y ultimátum son también contraproducentes. Nuestro cerebro ignora los peores supuestos posibles”.

De hecho, la investigación de Sharot va un paso más allá. “Cuando alguien nos dice algo negativo o algo que no queremos oír, nuestro cerebro se apaga”. Literalmente, se apaga. Así que tus advertencias están cayendo en saco roto.

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Cómo sí puedes ayudar a los demás a cambiar

Dejar de desear que aquellos a los que queremos tengan una mejor vida es imposible. Y cuando sabemos, a ciencia cierta, que hay algo que les pueda mejorar la vida, es muy complicado quedarnos al margen. Por suerte, sí que existe una forma de ayudarlos que sea efectiva y no resienta la relación.

El primer paso, nos asegura Robbins, “es dejar de presionar a los demás y empezar a aceptarlos”. Porque, asegura, “cuando aceptamos a los demás tal como somos, cesa esa absurda y frustrante batalla por el control y nos preparamos para ganar la guerra por el cambio positivo. Es ciencia”.

Y es que, como explica la experta, “décadas de investigaciones tanto desde la psicología como desde la neurociencia demuestran que no podemos motivar a los demás a cambiar, pero podemos ‘inspirarles’ a ello e incluso hacerles creer que ha sido idea suya darle peso”. Para conseguirlo, debemos centrarnos en lo único sobre lo que sí tenemos control: nuestro propio comportamiento.