Los operarios que han realizado las últimas obras que se han hecho en Zarzuela –adaptar las instalaciones, por ejemplo, a la silla de ruedas de don Juan Carlos– no han osado tocar las tres habitaciones enormes que hay en los desvanes, llenas hasta los topes de objetos que estaban en el palacio de El Pardo y que se trasladaron allí cuando doña Carmen Polo fue obligada a irse al piso de Hermanos Bécquer.

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Un servidor de Zarzuela me contó hace un tiempo que “nadie se atreve a abrir esas puertas, hay objetos de lo más variopinto, todos sin valor ninguno, desde alfombras apolilladas, cuadros muy malos, el primer trofeo cinegético de don Juan Carlos, las pezuñas de una liebre que mató en los montes del Pardo con una escopeta regalada por Franco, hasta… hasta...”

El hombre dudaba, pero yo lo cogí por las solapas de la chaqueta y lo apremié: “¿Hasta?”. “Pues nada más y nada menos que una veintena de orinales, vulgares, de loza, muy grandes, con asa, porque debajo de cada cama de El Pardo había uno, ya que la instalación de cuartos de baño era muy deficitaria, y los sirvientes los vaciaban por la mañana…”. Vaciló y añadió al fin: “¡Y un váter portátil con el que se desplazaba Franco cada vez que iba de cacería!”.