Leonor, muy seria, circunspecta como un obispo. ¡Es una niña! Es culpa de la madre, tendrá traumas sin fin por asistir a esa ceremonia tan tediosa. ¡No hay derecho! ¡Que la dejen crecer tranquilamente! En efecto, todo eso lo hemos oído durante estos días a raíz de la asistencia de la princesa de Asturias y de su hermana Sofía a la apertura de las Cortes. Vale,

sí, pero…

¿Es que los niños no tienen sus obligaciones también? ¿O es que los tiernos infantes triscan alegremente por los montes como si fueran pequeños salvajes? Van al colegio ocho horas, acuden a celebraciones familiares como bodas o bautizos, deben comer con tenedor y cuchillo… ¿Se van a traumatizar las infantas por tener que guardar la debida compostura en un acto que dura media mañana? ¡Ah, aquellas misas interminables de mi infancia! ¿Me han convertido, acaso, en una persona rara o acomplejada? Bueno, puede que un poco sí, pero esta es ya otra historia.