Me envía el padre Apeles el pergamino con la bendición particular que le ha impartido el papa Francisco porque han transcurrido 25 años desde que se ordenó sacerdote. ¡25 años! Apeles pasó del anonimato a la fama sideral, hizo el gamberro en televisión, tuvo un estrambótico programa hasta con Rociito, pero nunca dejó de ser inteligente, culto y un cristiano ejemplar.

Después de una etapa negra de depresión –llegó a estar semanas enteras sin salir de la oscuridad de su habitación– ahora vive serena y sabiamente y es el guía espiritual de mucha gente humilde, pero también muy encumbrada de Barcelona, que confía, no sé si en Dios, pero sí en Apeles.