Adiós, Jimmy,
Nos conocimos el día en que ganaron los socialistas. El azar nos hizo compartir el mismo coche y recorrimos un Madrid erizado de rumores y de ilusiones en una noche que cambió nuestra historia y que nos hizo amigos para siempre. Por la ventanilla arrojaba poemas de Shakespeare como si fueran flores, con la elegancia de un lord inglés, pero luego nos fuimos a tomar una copa a Bocaccio y estuvo gracioso y golfo y no había mujer que no cayera rendida a tus pies. Porque tenía una sonrisa que le arrugaba la nariz y parecía un chiquillo al que tuvieras que arropar y dar un vaso de leche y esa aparente vulnerabilidad lo hacía irresistible. Antes de conocer a su adorada Sandra, le gustaban mucho las mujeres, pero nada era tan importante para él como la amistad.
Trabajamos juntos en un montón de sitios, desde Interviú hasta 'La Máquina de la Verdad' pasando por 'La Noria', 'Hormigas Blanca's o el 'Deluxe', era tan generoso que llevaba las portadas de mis libros a escondidas para sacarlas en cualquier momento, ya que estaba prohibido hacer publicidad gratis. Y si alguien se metía conmigo, él siempre estaba allí para defenderme, su último mensaje era sobre eso, “lady, no te preocupes, es un imbécil”. ¡Cuánto tengo que agradecerle! ¡Cuántas cosas compartimos! Playas nudistas en Ibiza, fiestazas en Marbella, el amor a nuestros perros, libros y muchas copas. Nunca ligamos y creo que eso hizo que mantuviéramos una amistad de tantos años, cuarenta y dos. Siempre me hablaba de su Sandrita, con ternura, con pasión, con nostalgia anticipada, porque sabía que él se iba a ir antes y la iba a dejar sola. Hoy me siento huérfana de amigo, y es que todavía teníamos que hablar de muchas cosas, compañero del alma, compañero.