Tarde calurosa del 11 de agosto. El centro de acogida de animales abandonados de Málaga está saturado, como siempre. Un grupo de jóvenes guapos y alegres quieren visitar los perros desahuciados, los que no escoge nadie porque son demasiado grandes, demasiado viejos o demasiado feos. Dos adolescentes rubias, elegantes como princesas de cuento, eligen tres hembras. Chantal y Chata, agradecidas, mueven la cola y dan lametones en las manos a sus salvadoras. Cora no, porque ya fue adoptada una vez, la devolvieron por ser demasiado inquieta y permanece echada en un rincón de la jaula, enroscada con el morro bajo el rabo, sin atreverse a llamar la atención. Una de las niñas entra y la acaricia hasta que se levanta y se va mansamente con ella. El grupo paga los 97 euros que cuestan las vacunas y el chip de los animales, que se dirigen ahora hacia un futuro luminoso.

Porque estas chicas son las hijas gemelas de Julio Iglesias, Victoria y Cristina, que han estado pasando unos días con su padre en Ojén y, según cuenta el diario Sur, han escogido a sus nuevas compañeras en la página web del centro, www.perrosdemálaga.com. Lo primero que hacen es enviar fotos a su hermano Enrique, que adora a los animales y fue responsable de que mamá Isabel, a la que no le entusiasman, comprara el primer cocker de la familia cuando Quique tenía tres años. Un amor que han heredado de Julio padre que, cuando tuvo su enfermedad de columna, se ayudaba para caminar de su fiel pastor alemán.

Ahora Chantal, Chata y Cora vivirán en Miami con los hermanos Iglesias, y déjenme decirles una cursilada como la copa de un pino: su acto generoso le ha robado el corazón a esta endurecida periodista que no cree ya en casi nada.