Ernesto de Hannover vuelve a escena y no ha cambiado nada

Ernesto de Hannover

Ernesto de Hannover no salía en las revistas hasta que se casó con Carolina de Mónaco. No era, sin embargo, un desconocido puesto que pertenecía a la única casa real europea que sin tener trono conservaba títulos y propiedades y la consideración de alteza real que los equipara a los miembros de las familias reinantes. La reina Sofía también es Hannover; su madre Federica era hermana del padre de Ernesto, de modo que el parentesco es cercano aunque, según parece, no existe últimamente una gran proximidad puesto que ningún miembro de la familia real española ha acudido a ninguna de las bodas de los hijos de Ernesto, Ernesto jr y Christian, y eso que el rey Felipe es padrino de bautizo del primero.

Supimos de Ernesto cuando se le fotografió, aún casado con su primera esposa, Chantal Hochuli, con la princesa Carolina retozando en una paradisíaca plaza oriental, y acabamos de completar el personaje cuando se convirtió en Grimaldi consorte el 26 de enero de 1999, el mismo día en el que Carolina, embarazada de tres meses, cumplía 42 años. Seis meses más tarde, el 20 de julio, nació su única hija en común, Alexandra Carlota Ulrika, que ahora tiene 18 años y ha ejercido de dama de honor de sus dos cuñadas, la rusa Ekaterina Malysheva y Sassa de Osma.

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A Ernesto de Hannover la fama le sentó fatal y mucho más, al parecer, tener que ser la sombra de Carolina. Irascible, malhumorado y prepotente, ya dio la nota cuando tras pescarle un fotógrafo mientras, cual Julián Muñoz en el Rocío, meaba de pie en la calle contra una pared y casi sin subirse la bragueta, la emprendió a paraguazos con el paparazzi. En qué pensaba Carolina al casarse con semejante sujeto?, Pues seguramente en su fortuna, sus títulos y, por que no decirlo, en su fogosidad. La princesa estaba ya algo harta de ejercer de primera dama para su padre Rainiero y no quería ser la eterna viuda, así que se buscó un buen partido con el que poder tener la vida anhelada cuando su padre dejara al trono a su hermano Alberto y pudiera liberarse: tranquilidad en las posesiones Hannover, una vida placentera de cacerías y fiestas populares, y, por otro lado, garantizarse un estatus real que le permitiría seguir codeándose con la realeza europea como princesa de Hannover.

Ernesto no aguantó esa presión y menos aún que salieran a la luz sus debilidades. Su espantada en la boda de Felipe y Letizia le convirtió en un personaje ridículo; se supo de su afición a la bebida y de sus problemas de salud que casi le llevaron a la tumba en 2005 cuando tuvo que ser ingresado por una pancreatitis aguda que le sobrevino coincidiendo con el entierro de su suegro, Rainero de Mónaco. A partir de ese momento fue desapareciendo de mapa, toda vez que Carolina seguía atada al Principado y él no estaba dispuesto a actuar de comparsa en el circo de los Grimaldi. La pareja no ha sido vista en público desde 2009, de modo que ya llevan diez años casados y casi otros diez de separados de hecho pero no de derecho.

Ernesto, consciente de sus debilidades, traspasó la administración de sus propiedades a su hijo Ernesto y se embarcó en la dolce vita acompañado por Simona, una joven rumana a la que conoció en un club de alterne. No se sabe si sigue con ella pero sí que reparte su tiempo entre un castillo de Austria, una casa en la isla de Lamu (Kenia) y su mansión de Ibiza, en cuyo hospital le hacen descuento por las veces que le han atendido. Tras años desaparecido de la escena social, reapareció el verano pasado para oponerse a la boda de su hijo mayor con una modelo rusa, alegando que la casa de Hannover no podía permitirse que, en caso de divorcio, se pusiera en riesgo el patrimonio. Lo sabe muy bien porque esa es la razón por la que él no se divorcia de Carolina ya que ésta se llevaría la mitad de las propiedades y fortuna y como la princesa de Mónaco quiere seguir siendo alteza real, todos contentos.

Ahora, Ernesto ha aparecido en la boda de su hijo menor, Christian, porque su boda con Sassa de Osma le gusta más. La novia ya llegó rica a la casa Hannover y además en Lima se toman unos piscosour estupendos. El ceviche no le sentó muy bien y tuvieron que ingresarle en un hospital, pero ya ha salido dispuesto a seguir con su vida.

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