Vidas propias

El blog de
Jorge Javier Vázquez

Lo mejor del verano ha sido volver a ver a mi madre

Actualizado a 01 de septiembre de 2020, 22:04

Viernes, 11.30 del mediodía. Escribo en el salón de la casa de mi madre. Hará media hora que ha empezado a cocinar una paella y el olor inunda la casa. Todo lo que hacen las madres es mejor, no se sabe por qué razón. Y además tienen poderes mágicos. Tenía el oído izquierdo taponado desde el principio del verano. Fue coger el AVE y adiós tapón. Eso es mi madre que me premiaba por ir a verla. “Mira, Jorge –me dice mientras escribo, no le importa interrumpirme-, compré el otro día unos mejillones buenísimos. ¿Quieres que baje a ver si tienen? Oye, ¿tiene flores tu buganvilla? La de tu hermana está impresionante. Mira cómo está la Nina, a tus pies descansando la pobrecica, claro, ha comido y está como una reina”. Tras esta primera tanda vuelve a la cocina con la paella.

'Qué poco te gusta hablar'

Es matemático: mi madre siempre me habla cuando estoy viendo la tele atentamente o cuando me ve inmerso en una tarea concentrado. Yo he aprendido a sonreír y a decir que “sí” a todo lo que me diga, pero creo que ya me ha descubierto el truco y para desenmascararme me dice: “Qué poco te gusta hablar”.

'Barcelona me pareció más bonita que nunca'

Llegué ayer a Badalona. Antes, pasé con el taxi por la Gran Via de les Corts Catalanes de Barcelona y me pregunté por qué no vengo más a menudo. Barcelona me pareció más bonita que nunca. Más relajada, sin esas masas de turistas que la inundan y a los que les parece que les da igual estar aquí que en Viena. O quizá no, porque debe haber pocas ciudades en el mundo tan atractivas como Barcelona: bella, sensual, misteriosa incluso. Y encima con mar. Siempre que vuelvo me acuerdo de cuando empezaba a salir por la noche. De esa ilusión con la que salías de tu casa, recién duchado, pensando que quizás conocerías a alguien que te enamorara aunque solo fuera un rato. La aventura. Esa sensación de que te puede pasar algo en cualquier momento, de que alguien te puede sorprender, embaucar y llevarte a ver el amanecer desde una habitación con vistas.

Jorge Javier Vázquez — A. Garofano
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'Jorge, qué delgado estás, qué guapo'

Ayer, mientras venía a casa de mi madre, pensaba: “¿Y por qué no volver?”. ¿Recuperaría con esa vuelta algo de aquel chico que se fue en el 92?¿Se puede sentir a los cincuenta como a los veinticinco? Vuelve mi madre a la carga: “¿Oye, felicitaste al Kiko Hernández? Fíjate, yo me pensaba que era más joven, 45 años. ¿Que todavía no conoces a sus hijas? Se ve que sufre con las niñas ¿eh?, ¡ea! es que los críos son así”. Me dice mi madre al verme: “Jorge, qué delgado estás, qué guapo”. No nos besamos aunque antes de irme a dormir me olvido del virus y le digo: “Dame dos besos que me voy a la cama”. Y noto que me rehúye, que se da la vuelta. Y entonces caigo y exclamo en voz alta: “Ay, pero si no podemos”. Y me encanta escucharla decir: “No, no, nada de besos. Quita, quita”.

Jorge Javier y su madre María — @jorgejaviervazquez
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'A tomar por saco la dieta'

Le digo que por la mañana me apetece desayunar algo de dulce y, aparte de mis tostadas con tomate, aceite y pavo, me trae una ensaimada, un cruasán y un pastel de crema pastelera. A tomar por saco la dieta. En casa de mi madre, no pienso prestarle la más mínima atención. Ahora bien: que no venga luego diciéndome que no se me ocurra engordar.

'Lo mejor del verano, volver a ver a mi madre'

Ya lo he escrito aquí varias veces: me encanta ver ‘First Dates’ con mi madre. Nos descojonamos. Le pregunto si ella quiere novio. “¿Yo? ¿A mis ochenta años? Quita, quita, qué pereza. Ahora que soy dueña de mí misma. Para que venga un tío que me diga que qué hago con la perra. Quita, quita”. “Yo es que tampoco tengo ganas de uno”, le digo en un arranque de sinceridad poco habitual en mí con respecto a estos temas. “Es que creo que me canso pronto”, continúo. “¿No tienes ahora ninguno”. “No, no”. “¿Y los chorbos?”. Y cuando escucho a mi madre la palabra “chorbo”, me entra la risa. La pronuncié cuando la bronca con Belén –recordad: “Yo es que Belén, mientras hablabas, me dedicaba a mensajearme con cuatro chorbos”– y desde entonces me la recuerdan a menudo. “Ni chorbos, mama, ni chorbos”. “Tú, ten cuidado –sentencia– que los chorbos de veinte años solo van por la fama”. Intentaré hacerle caso. Llevo menos de veinticuatro horas en su casa y menos mal que me voy dentro de una porque no he parado de comer desde que llegué. Lo último, dos raciones de helado de vainilla con nueces de macadamia. En cuanto vuelva a mi casa, cierro el pico. Por cierto: lo mejor del verano, volver a ver a mi madre.

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