Uno se hace, con mayor o menor esfuerzo, a casi todo en la vida. Entre las cosas que me han costado lo mío está presentar realities. Algunos espectadores lo viven con una pasión que los lleva a perder la cabeza y a abonarse a teorías conspiranoicas cuando las cosas no suceden como ellos esperaban. Hoy en día, todo tiene una teoría de la conspiración que lo respalde y alguien dispuesto a creerla. Basta un poco de cabreo para que cualquier pensamiento absurdo cale en tu mente y comiences a elaborar ideas marcianas. En el caso de los realities creo que gran parte de ello se debe a no saber perder. Es difícil encajar una derrota y más cuando tiene que ver con algo tan irracional como las emociones. Enseguida te pones a buscar culpables, enemigos, tongos, trampas varias. Cuesta aceptar que la persona que a ti te gusta no le haga gracia al resto de la gente. Y que esa persona a la que jamás has prestado tu apoyo continúe adelante. Si ya nos cuesta aceptar el fracaso en general, muchísimo más nos cuesta aceptar el emocional. No nos preparan para ello cuando en la vida tarde o temprano tendremos que enfrentarnos a diversos “no”. Como espectador, lo fácil es pensar que me han engañado. Pero después de tantos años ya va siendo hora de que no nos quedemos en esa posición tan cómoda. Algún día tendremos que empezar a valorar que, por mucho que nos disguste, no siempre tenemos la razón.