Siempre lo repiten. En redes, no es oro todo lo que reluce. Una influencer puede estar hablando de lo feliz que está en su nuevo piso, por el que ha pagado medio millón de euros, y que esta, en realidad, sea la versión 2025 de ‘Esta casa es una ruina’.
También las hay que se cansan de ese halo de perfección que ellas mismas abanderan, y que, hartas, acaban estallando contra él y haciendo partícipes a sus seguidores de que esos hogares tan idílicos que nos muestran también tienen sus pequeñas taras. De este grupo es Anna Padilla, la hija la humorista gaditana, empresaria y una de las creadoras de contenido con más 'followers' de nuestro país.
“Voy a intentar contaros la chapuza que me hicieron en la reforma de mi piso sin enfadarme”, empezaba contando, en sus storis, la propia Anna. Ferrer Padilla adquirió este inmueble en 2023, su primer piso en propiedad y localizado en uno de los mejores barrios de Madrid, Chamberí. Esta zona, con una de las rentas per cápita más alta de toda la ciudad, dispone de viviendas de lo más señoriales, pero con acabados antiguos y que sí o sí necesitan una remodelación. Por lo que, al elevado coste de estas casas se les suma la obra posterior que necesitan. Este fue el caso de Padilla.
Las críticas de Anna contra el equipo que le hizo la obra
Anna, que tiene 28 años y es propietaria de varios negocios, además de su trabajo en redes sociales, estaba muy ilusionada con este piso al que tantos esfuerzos le había dedicado. Lamentablemente, el equipo de profesionales que contrató no estuvo a la altura de lo que las exigencias de esta requerían y le ofrecieron un trabajo de lo más deficiente.
@annafpadilla
“Lo primero es que tardaron mucho más de lo esperado”, empezaba contando. “El día de la mudanza, que ellos lo sabían con meses de antelación, porque yo tenía que dejar mi piso en alquiler, llegué aquí y todavía estaban poniendo los rodapiés, faltaba un baño entero, no había lavabo… estaba todo a medio hacer” ha contado antes de mostrar una serie de fotografías que probaban el motivo de sus quejas.
@annafpadilla
“Cuando digo chapuza, digo, mirad los acabados… Había una puerta corredera que te cabía la mano por debajo y no cerraba; la puerta de mi dormitorio se abría sola, se dejaron sin poner la cornisa de las ventanas, los embellecedores de las ventanas…”; Anna llevaba mucho tiempo callando, pero ya no podía más.
Una pared del salón, torcida
Quizás, el caso más grave de todos estos disgustos en la obra es el que está localizado en uno de los puntos clave de la vivienda: el salón. Uno de los ejes centrales de la vida y donde uno pasa más tiempo. “Esto es una pared del salón, como podéis ver, no está recta”, mostraba, dejando prueba fehaciente de lo que hablaba.
“Estuve dos meses detrás de ellos hasta que decidieron que todo estaba terminado”, seguía narrando. Pero la cosa no acaba ahí. “Hay enchufes que no van. El de mi mesilla no iba, todos los interruptores están descuajeringados, ninguno enciende el que toca; rompieron un trozo del mueble del baño para instalarlo porque pensaron que así era más fácil; lo mismo con los armarios. Hay cajones que no abren porque no midieron bien donde iba la puerta o si había un radiador”.
Pese a que hace tan solo unos meses abrió de lo más feliz las puertas de su casa en un ‘home tour’, que destacaba solo los aspectos relucientes de su hogar y se mostraba de lo más contenta con el piso, lo cierto es que este escondía algunas sombras que la ponen de los nervios. Esto sí que es la vida misma.