Frío de narices, noche, lluvia, la ciudad colapsada, pero 700 personas asistimos al auditorio de la Fundación RBA para la entrega del premio ‘Crims de tinta’ al escritor Marc Moreno. ¡Estaba el ‘tout’ Barcelona, pero yo solo tuve ojos para dos atractivos caballeros! Jaume Collboni, concejal de Cultura, que me amonestó dulcemente porque le atribuí hace un par de semanas un nuevo acompañante (después me enteré de que era la pareja de Santi Vila, consejero de Cultura la Generalitat), y José Montilla.
Con Montilla, que fue President de la Generalitat y ministro de Industria, hablamos del rey emérito: “Yo no he visto ningún relaciones públicas como él. Era un vendedor nato. Llegábamos a cualquier país de Oriente Medio y me decía: ‘Vale, mucho hermano, pero hemos venido a negociar’. ¡Y gracias a él, lo hacíamos!”. Le recuerdo cierto viaje a Arabia Saudí al que fue con don Juan Carlos ¡y con Sofía y Corinna! Montilla me aclara: “Esa señora, en la que no llegué a reparar, no intervino en absoluto… Se publicó que había asistido a reuniones de alto nivel. ¡Mentira! ¡Las mujeres no pueden participar, y ella y la Reina se quedaron en el hotel! ¡Además de que el Rey no la necesitaba!”. Pregunto por el hijo, al que Montilla conoce bien: “Al contrario de lo que se dice, don Juan Carlos ha estado muy al tanto de la educación de Felipe. Si yo tenía alguna visita interesante, quería que me acompañara para que aprendiera, y después nos telefoneaba y nos preguntaba nuestras impresiones”. Tenemos esta conversación en castellano, se lo hago notar y me cuenta una anécdota divertida a propósito de Johan Cruyff: “Le sugerí que aprendiera catalán y me dijo: ‘Perdona, President, ¡pero no quiero maltratar ningún idioma más!”. Cruyff era íntimo amigo de Charly Rexach, del que hablábamos al principio. El mundo es un pañuelo, a veces no muy limpio, la noche se acaba y esta columna también, adiós, adiós.