Mal que te pese, siempre serás Paquirrín en nuestros corazones, aunque tu madre te llame Francisco con ese tono engolado que saca a pasear cuando habla con periodistas, aunque tus amigos te llamen Kiko como si fueras uno de esos frutos secos que comíamos en aquellos cines al aire libre a los que íbamos en nuestra loca y lejana juventud. Ahora has adelgazado, has madurado, sí, pero…

Te preferíamos antes, querido, orondo y feo, diciendo “cucha”, “quiyo”, y con la gorra puesta al revés. ¿Dónde está ese gamberrete que se cargó la imagen aburrida y rancia del clan Pantoja? ¿Dónde están esas exnovias que contaban tus intimidades, y aprovechaban para arreglarse el pecho o la dentadura? Nos alegramos por los tuyos por la trasformación, pero el país ha perdido un referente.