"Me reía mucho con mi marido”, dijo Tita Cervera en el programa de Évole, y doy fe. Hace treinta y cuatro años fui a su boda con el barón Thyssen en el fabuloso castillo de Daylesford situado en la campiña inglesa, y Heini me confesó: “Me ha contagiado su alegría española”. Luego, mientras comíamos caviar beluga a cucharadas, su madre me secreteaba en un susurro cómplice: “Como regalo de bodas, el Rey la hará Grande de España. ¡Los duques de Badajoz se lo han prometido!”. Yo le sugerí el título de marquesa de Sant Feliu de Guíxols y la entrañable Carmen madre suspiró: “La nena se lo merece todo”. ¡Y vive Dios si se lo merece! Ha traído a nuestro país algunos de los cuadros más importantes de la historia de la pintura, y nadie entiende por qué no le dan un título de una puñetera vez, mientras han ido siendo ennoblecidos deportistas, amiguetes e incluso alguna periodista de telediario. Hablo con un experto del asunto y me responde misteriosamente: “Felipe no quiere disgustar ni a su madre ni a su mujer, recuerda que no la invitaron siquiera a la boda real”. Lo de la madre sé por qué es, lo de Letizia juro que no (pero lo averiguaré).

Carmen Cervera y Barón Thyssen